sábado, 31 de diciembre de 2005

Triste, triste soledad.

Soledad miró el teclado. Todavía estaba en garantía, así que podría reclamar por las teclas que, tras el diario uso que les daba, se habían ido borrando lentamente. Lo miró varias veces: la letra A había desaparecido por completo ya; sólo quedaba un cuadrado en tres dimensiones muy negro, con algunas pelusas ínfimas a su alrededor. La S seguía el camino de la A y la D luchaba, a medias, por todavía permanecer, aunque la mitad de su panza ya se encontraba desprendida. Buscó la caja que conservaba en el depósito y encontró entre los papeles y el envoltorio de burbujas de aire la garantía. Efectuó una llamada telefónica a las 15:48, pidió las tres teclas, leyó todos los códigos y le tomaron los datos. Prometieron que al día siguiente las teclas iban a estar en sus manos.

Como la mayoría de las promesas, 14:23 del día siguiente y las teclas no estaban en el buzón. Frunció el ceño lo suficiente como para demostrar su enojo, pese a que nadie la estaba mirando. Pero qué va, era sólo para ella, una exteriorización egoísta.

18:44, dos días después. El timbre, el cartero y una pequeña caja. Firme-esta-planilla-gracias-por-su-llamado-todos-los-reclamos-de-nuestros-clientes-son-muy-importantes-para-nosotros-que-tenga-un-buen-día. Soledad tenía en su poder una caja de diez por diez, rellena de kraft y en el fondo, sin pelusas y sin un rasguño, la A, la D y la S. Decidió poner una pava al fuego para el mate: desarmar el teclado sería lo más emocionante del día; merecía ser acompañado por unos excelsos amargos.

Termo, mate, destornillador y caja en bandeja, se sentó en el piso con el teclado frente a ella, patas para arriba. Sacó las tres letras de la caja y las dispuso frente a sí. No pudo evitar la tentación de jugar a agruparlas, formar anagramas.

AD/S (anuncio/s en inglés)
AS (como, en inglés)
DA/S (él/tú)
SA (el diminutivo de cualquier nombre, como Santiago, Sabrina... quizás hasta con un poco de imaginación, diminutivo de Soledad)
SAD

Se atragantó con el mate; las teclas, brillantes, nuevas. El hecho de sentirse neo triste como un departamento a estrenar, como un vestido nuevo o unos zapatos a amoldar (¿por qué será que nunca nos amoldamos a los zapatos?). Echó otro vistazo a su teclado y se reprendió por tonta: la L, la N, la M, la E, la R y apenas la C, también borrándose. Pero no se había percatado de ello y ahora esas tres letras agrupadas como burlándose de su juego, la D un poco más arriba de las otras dos. Reflexiones cuasi filosóficas se le vinieron a la mente: una tristeza que parecía borrarse, que quería borrarse y ella insistía en querer estrenarla constantemente, renovarla. Unas teclas gastadas, quizás de aquella vez en la que insistió llenar una hoja en blanco con esa sensación, tipeando la palabra en inglés sólo porque era más corta y quizás, cuanto más la escribiese, más quedaría apresada en el papel en vez de dando vueltas por su organismo. El movimiento mecánico de sostener el shift con el anular derecho porque no le gustaba poner el bloqueo de mayúscula y el pulgar apretando la barra espaciadora, mientras el índice izquierdo paseaba de la S a medias, la A borrada y la D con principios de olvido. Y Soledad tipeaba

SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD



No repuso las letras del teclado.

domingo, 25 de diciembre de 2005

Sin repetir y sin soplar (número trece)

Hola, nena! Ante todo y para no ir contra tradiciones ni rituales mundanos: Merry Christmas! Espero que lo hayas pasado lindo y hayas comido mucho, ¡¡que para eso son las fiestas a esta edad!! Ya después cuando llegues a los 40 podrás recordar tiempos mejores en los que todo parecía más prometedor en vez de tener que vigilar a tus muchos críos dando vueltas por el parque de tu casa o de la casa de tu suegra...

Te cuento que fue una Navidad atípica. Supongo que porque fue un año atípico con una Mery para nada convencional. Cosas que suceden. Por empezar, mis viejos decidieron (debo aclarar que bajo ningún punto de vista democráticamente) que el regalo de navidad para la familia iba a ser una bañadera con hidromasaje, así que nada más debajo del arbolito. Creo que de más está decir que estos arranques excéntricos por su parte me parecen totalmente pavotes, pero claro, mi opinión en todo caso no cuenta. Tres contra uno y sanseacabó. Lo que intentó ser gracioso fue el pote de sales de baño debajo del árbol con mi nombre. Hubo uno para cada miembro de la flia, "ocurrencia" de mi madre, a la que rieron todos menos yo, claro. Es que no tengo sentido del humor, creo. La cosa es que terminaron gastando un dineral en algo que no me interesa y que por supuesto me da igual tener o no en vez de por lo menos utilizar los cinco pesos del pote de sales minerales en cualquier ejemplar usado de una librería under y comprarme aunque fuese un libro de aforismos. Hubiese sido muchísimo más satisfactorio para mí sin dudas, pero no estaría a tono con el clima familiar. En fin, shit happens, a seguir sonriendo y remando.

Estaba bastante frustrada con el regalo y con mi falta de entendimiento de todo (creo que sabés muy bien que no soporto las incertidumbres, me asesinan lentamente). ¡¡Ni siquiera era el regalo, es decir, soy poco materialista, no era el regalo en sí, si no lo que encerraba!! Me hubiese gustado poder conversarlo con mis amigas cuando dos y pico pasaron a buscarme por casa para ir a una fiesta. Esta sensación de estar por fuera de todo, de pensar mal de mí, por supuesto, como si el enojo jamás saliera y siempre siempre siempre siempre casi siempre vuelve hacia mi persona, ¡simplemente por mal pensada! Y quizás jodida, ¿mal agradecida? ¡prejuiciosa! No lo sé. Pero ambas estaban concentradas en la salida del auto, en el juego de embrague-ponéprimera-aceleráunpoco-soltáelembragueylisto! para hacer la salida más suave en vez de que fuese como saltando. Me hubiese causado gracia el auto cuasi tropezando. Pienso en esa imagen mental y sonrío mientras te escribo. Intenté conversar acerca del vacío emocional (porque el estomacal no existía en ese momento) al abrir el paquete y ver las sales minerales. Como típico momento de película en el que todos se están riendo y vos te preguntás dónde está la gracia. Pero mis comentarios creo que sólo los escuchó la alfombra del piso. Rendida, me recosté sobre el asiento y cerré los ojos. Quizás...

Terminamos la noche en la fiesta en el club Ciudad. El dj era un muerto, ¡qué hijo de puta! No pudo poner peores canciones porque no se le ocurrieron. Me puse un poco de mal humor, le grité bastante aunque fuese obvio que no me iba a escuchar pero eso me hizo sentir un poco mejor. Me sonreía a mí misma, a veces eso me hace sentir más tranquila, pero pensaba en los 20 pesos gastados en la entrada para escuchar a un idiota pasar hip hop malo, muy malo, que no se podía bailar, ¡por dios! y me enervaba de nuevo. Después, era sonreír o morir desplomada de aburrimiento en el piso o bien salir a buscar un par de ojos claros para unos besos nocturnos, ¿quién sabe? Hasta quizás fuese más divertido que ese tonto creyéndose un gran anfritión cuando no era más que un papanatas con una MAC pasando mp3s en una fiesta. Pero escuchame, el tipito al menos es top, muy top porque pasa mp3s en vez de mezclar los discos de pasta...

Al final, entre gays que nos pegaban el culo a nuestro culo y sacaban fotos tapándome la cara porque me enojé y lo empujé a uno (lo empujé de manera agresiva, ya me había desquiciado, ¿¿quién se cree para tomarme así de las muñecas y no permitir moverme??), sumado a la alegría desmesurada de las chicas cuando un chico les regaló un speed con vodka (diez pesos, Me, ¡¡DIEZ PESOS!!, repetía la rubia... y yo pensando lo que haría con diez pesos... quizás un buen libro... El hombre mediocre, de José Ingenieros me salió diez pesos y nuevo, no hay relación, ¡¡no hay relación!!), la noche no estuvo tan mala como anunciaba el prospecto y a eso de las siete, salimos del lugar, con una rubia alegre y una morocha más o menos al comando del volante. Confío en ellas, claro. Al menos a ellas les prestan el auto hasta cuando tomaron alcohol y yo tengo que escuchar que manejo bien pero que el giro a la izquierda es un poco cerrado, así que el auto no, no te lo vamos a prestar, rompete un poco el culo como hicimos nosotros para tener lo que tenemos hoy en día. ¿Qué te creés, que todo viene de arriba? No, no es que no confíe en cómo manejás vos, no confío en cómo manejan los demás... y mientras escucho esto pasan por mi mente las imágenes de mi papá agarrado al freno de mano con la izquierda y la derecha agarrada fuertemente a la manija que está sobre la ventanilla. Siempre firme, mirada al frente y él no se da cuenta, pero yo le veo las finísimas gotas correrle por la sien mientras reza, aunque no sea creyente, para que no nos peguemos un palo en la próxima esquina en la cual, según él, yo no voy a frenar. Este tipo de confianza para todo, qué diablos.

Y terminamos, siete y pico a la orilla del río en la costa de Vicente López, yo con un licuado de durazno, la rusa con un licuado de frutilla y naranja y la rubia con una gaseosa. Me dejaron sola un momento y se me sentó un chico a dos sillas, quien sorprendentemente pidió permiso para ello y que tenía conversación agradable. Nombres, autores de psicología (dios, ¡no escapo de la facultad y sus efectos ni en los días feriados!), de los estereotipos, chistes malos, las chicas volviendo, licuados, a convidar un poco, y se suma otro y terminamos conversando los cinco acerca de la noche de Navidad atípica y yo con un mail anotado en una entrada de la fiesta. ¡Y todo por ser una chica sincera! Creo que es la primera vez que la sinceridad me consigue el mail de alguien.

Llegué a mi casa a las ocho de la mañana de hoy Domingo y dejé un mensaje en la cocina con una letra horrible pidiendo que no me levanten para almorzar. Suponía que se podría venir un gran reproche gran (sí sí, ¡capicúa!) por no compartir el almuerzo navideño, pero mi reloj biológico o mi inconsciente, sólo por hundirme un poco más, me levantaron cuando mis viejos estaban saliendo para ir a lo de mi tía. Así que esperé que se fueran y me levanté para ducharme. Me puse lo mismo del día anterior, pero no lo paquete si no lo informal y ni siquiera me puse los lentes. Me crucé a lo de mi tía y no había muchas cosas tentadoras de lo salado. De lo dulce también había quedado poco (anoche arrasamos con todo, ya sabés, treinta personas) pero comí algunas cosillas y quedé semi conforme. Me gustó abrazar a mi primo, hacía más de un mes y medio que no lo hacía y siempre esa novia moco que tiene que lo lleva de las narices. Y me pone triste por él; él que siempre fue bastante pegado a la familia verse dividido entre la pibita maleducada (jamás saluda) y el resto de los familiares a quienes, por supuesto, la pibita maleducada no les cae NADA bien. ¡Obvio que a mí tampoco! y sabés que las oportunidades las di: fui agradable y le di conversación, traté de integrarla y siempre le saludé cuando incluso ella esquivaba mi cara. Sonrisa al 200 sin importar qué. Pero yo también tengo mis límites y mi único consuelo ahora es abrazar a mi primo cuando puedo y cuando se deja el muy arisco y sólo esperar que no sea un capricho y que no tenga que volver a ver JAMÁS a la pibita amenazarlo con el puño cerrado y el ceño fruncido porque la vez que la vi no le revoleé un tejo por la nuca porque tengo tan mala puntería y tanta mala suerte que seguro le daba en el medio de los ojos a mi primo. Sí sí, a seguir remando, ya lo sé.

¿Que cómo estoy? Creo que no sabría ponerlo en palabras. Fue un año extraño, ¿no creés? Demasiadas emociones juntas, giros de 180 cada dos meses aproximadamente, poco tiempo de aclimatarse y a recibir lo nuevo otra vez. Siempre con una sonrisa aunque no quiera sonreír. ¡Hay muchas ideas por mi cabeza dando vueltas! Me están volviendo completamente anormal: ideas para escritos, imágenes de todo tipo, color y formas, la muela de juicio que me hace doler las sienes y los oídos, tristeza que no termino de procesar nunca y no se va y ya no sé dónde ponerla, alegría por muchas cosas que a veces dudo que sea sincera y otras es tan plena que lloraría al ver un atardecer rosa o una tormenta por la mediana ventana de mi habitación y esta aterradora sensación de que nada tiene sentido y de que cualquier día de estos estaría dispuesta a morir porque ya me cansé de seguir remando.

Gracias por el leer un stream of conscience. Más que destinatario, simplemente has sido perfecta excusa para un desbloqueo literario. Y soy perfectamente consciente de que eso no te molesta en lo más mínimo y que seguramente estarás alegre de tener la primicia de estas líneas.

¿Viste que hay un refrán que dice que "siempre hay un roto para un descosido"? Yo me pregunto qué hay para los que no somos ni lo uno ni lo otro, como yo.

Je te veux, petit ami.

Danke.