Bueno, hoy me dieron ganas de quejarme un rato, despotricar contra la existencia y desplomarme de bronca y risa en el piso. ¡Ah! No me hinchen las bolas con que estoy mal o algo así (uh, uh, sí, lo van a leer todos... cri cri...) Bue, ya fue la ironía. No pretende ser un texto literario. Es una reflexión en tinta alta. =P
Me importa un cuerno si esto lo va a leer alguien que me conozca y se siente tocado. Mery está desenfada, señores, agárrense de los asientos. Hoy tengo ganas de hacer una queja, pero una grande, pública, a ver si alguien moviliza las neuronas que tiene en su atrofiado cerebro y reacciona.
Esta semana, además de sufrir para ese putísimo final de niñez, que por obra y gracia... mía, por supuesto, ¿de quién más si no? aprobé, elaboré algunas teorías acerca de los seres humanos... Faaa! Che, Jorge, me contagiaste las ganas de renegar contra mi condición de humana. Ok, no, pero estaba bueno decir eso, como para que lo sepas. Y bue, basta de delirio. Punto y aparte.
La primera reflexión de la semana fue: para ser adolescente, ¿hay que adolecer y complicarnos la existencia? O sea... a ver... yo comprendo que los valores sociales, morales, bla bla bla estén devaluados, pero a los 18 y con la sobreinformación que tenemos, me parece que estamos ya crecidos como para andar creándonos problemas donde no los hay. (y yo con mis 21 largos ni te cuento...) Y echándole la culpa al otro con tal de no hacernos cargo. Ni siquiera es una falla de percepción, por dios. Es exactamente eso: hacerle honor a la palabra de adolecer; hacernos mala sangre, pretendernos darkies, cortarnos las venas (con una gillete de goma, por favor, no quiero carnicerías). Uf, esas personitas se me hacen incomprensibles. Por qué no aprovechan la simplicidad de vivir la vida. Decídanse. Y entiendan: la palabra MARCA. Pueden ser palizas o caricias, todo depende de nosotros. No echen por tierra la potencia de las mismas. Y diviértanse. Una de mis actividades favoritas es gritar. Pero no gritarle a alguien, simplemente gritar. Agarro en mi casa y digo: “ma, pa: no se asusten, voy a gritar”. Sigue un bellísimo agudito y ya, me siento mejor y hasta me río. No se lastimen entre sí. Eso despierta mi instinto psicópata. Mataría a una persona hoy por hoy que está asesinando lentamente a un amigo. Pero prometí que no voy a mandarme pendejadas de firmar el flog. ¡Lo prometo! Me porto bien (que conste en actas que me quedo con las ganas...)
Otra cosa que reflexioné, pero más que esta semana, que vengo pensando hace un tiempo tiene que ver con las desapariciones. A ver... si las cosas no están bien o si me doy cuenta que estoy apostando en una causa que la verdad no progresa ni me hace bien y decido desaparecer... ¿por qué la persecución? El metamensaje que yo estaba recibiendo es un “nena, molestás, esfúmate, qué pesada que sos”. Resulta que cuando me armo de coraje y por fin me decido a dejar de molestar, esfumarme, alivianar el peso y hago que me trague la tierra para que el/la otro/a en cuestión ya no pueda saber de mi existencia, el/la otro/a se decide a aparecer, y particularmente... me tildan de desaparecida, dónde estás, bla ble bli blo blu. Y me dan ganas de decir: pero cuchame, querido/a, ¡¿vos sos [inserte insulto leve aquí] o te hacés?! Cuando soy un ser pendiente, amoroso, tarjetita, llamadito, regalito, la gente ni se preocupa, porque “total, Mery está, Mery es comprensiva, Mery todo lo perdona”... y yo digo (me digo): “¡TOTAL, MERY ES LA MÁS OBVIA DE TODAS!” (y agrega un par de insultos más hacia su persona como “papafrita”, “salamina”, etc etc etc). ¿Por qué valoramos lo que teníamos cuando lo perdemos? ¿Alguien se ofrece a explicarme por favor?
Y otra conclusión a la que llegué es que tengo que dejar de ser agradable. Se me pegan los pesados, no hay vuelta que darle. Como futura psicóloga, es lógico que me incline a ser agradable y básicamente escuchar absolutamente a todos, con todos sus planteos. Pero no sé, siento que la gente hoy por hoy se siente tan sola que ve un peñasco del cual agarrarse y en vez de usarlo de apoyo... ¡se te cuelgan como si se fueran a ahogar! Hay gente con la que fui agradable y ¡por dios, me arrepiento! Aprendan a pararse sobre sus pies, por favor, que no es un mar... ¡están parados en un charco de agua!
¡Ah! Y básicamente, mi queja más grande es la siguiente: hombres, no pienso ser más el hombro en el cual llorar, ni paño de lágrimas. No más. Me niego. Y si se cagan en sus amigas, banquense lo que sigue. Me tienen harta las noviecitas histéricas. Extírpenle el ovario (hister en latín, ¡hola! Estaba intentando hacer un chiste...malo, ya sé... ¡ya sé, dije!) o busquen una muñeca inflable. ¡¡Me niego a ser descartable!!
No, un corazón no se endurece porque sí. Se endurece porque se harta...
Esta semana, además de sufrir para ese putísimo final de niñez, que por obra y gracia... mía, por supuesto, ¿de quién más si no? aprobé, elaboré algunas teorías acerca de los seres humanos... Faaa! Che, Jorge, me contagiaste las ganas de renegar contra mi condición de humana. Ok, no, pero estaba bueno decir eso, como para que lo sepas. Y bue, basta de delirio. Punto y aparte.
La primera reflexión de la semana fue: para ser adolescente, ¿hay que adolecer y complicarnos la existencia? O sea... a ver... yo comprendo que los valores sociales, morales, bla bla bla estén devaluados, pero a los 18 y con la sobreinformación que tenemos, me parece que estamos ya crecidos como para andar creándonos problemas donde no los hay. (y yo con mis 21 largos ni te cuento...) Y echándole la culpa al otro con tal de no hacernos cargo. Ni siquiera es una falla de percepción, por dios. Es exactamente eso: hacerle honor a la palabra de adolecer; hacernos mala sangre, pretendernos darkies, cortarnos las venas (con una gillete de goma, por favor, no quiero carnicerías). Uf, esas personitas se me hacen incomprensibles. Por qué no aprovechan la simplicidad de vivir la vida. Decídanse. Y entiendan: la palabra MARCA. Pueden ser palizas o caricias, todo depende de nosotros. No echen por tierra la potencia de las mismas. Y diviértanse. Una de mis actividades favoritas es gritar. Pero no gritarle a alguien, simplemente gritar. Agarro en mi casa y digo: “ma, pa: no se asusten, voy a gritar”. Sigue un bellísimo agudito y ya, me siento mejor y hasta me río. No se lastimen entre sí. Eso despierta mi instinto psicópata. Mataría a una persona hoy por hoy que está asesinando lentamente a un amigo. Pero prometí que no voy a mandarme pendejadas de firmar el flog. ¡Lo prometo! Me porto bien (que conste en actas que me quedo con las ganas...)
Otra cosa que reflexioné, pero más que esta semana, que vengo pensando hace un tiempo tiene que ver con las desapariciones. A ver... si las cosas no están bien o si me doy cuenta que estoy apostando en una causa que la verdad no progresa ni me hace bien y decido desaparecer... ¿por qué la persecución? El metamensaje que yo estaba recibiendo es un “nena, molestás, esfúmate, qué pesada que sos”. Resulta que cuando me armo de coraje y por fin me decido a dejar de molestar, esfumarme, alivianar el peso y hago que me trague la tierra para que el/la otro/a en cuestión ya no pueda saber de mi existencia, el/la otro/a se decide a aparecer, y particularmente... me tildan de desaparecida, dónde estás, bla ble bli blo blu. Y me dan ganas de decir: pero cuchame, querido/a, ¡¿vos sos [inserte insulto leve aquí] o te hacés?! Cuando soy un ser pendiente, amoroso, tarjetita, llamadito, regalito, la gente ni se preocupa, porque “total, Mery está, Mery es comprensiva, Mery todo lo perdona”... y yo digo (me digo): “¡TOTAL, MERY ES LA MÁS OBVIA DE TODAS!” (y agrega un par de insultos más hacia su persona como “papafrita”, “salamina”, etc etc etc). ¿Por qué valoramos lo que teníamos cuando lo perdemos? ¿Alguien se ofrece a explicarme por favor?
Y otra conclusión a la que llegué es que tengo que dejar de ser agradable. Se me pegan los pesados, no hay vuelta que darle. Como futura psicóloga, es lógico que me incline a ser agradable y básicamente escuchar absolutamente a todos, con todos sus planteos. Pero no sé, siento que la gente hoy por hoy se siente tan sola que ve un peñasco del cual agarrarse y en vez de usarlo de apoyo... ¡se te cuelgan como si se fueran a ahogar! Hay gente con la que fui agradable y ¡por dios, me arrepiento! Aprendan a pararse sobre sus pies, por favor, que no es un mar... ¡están parados en un charco de agua!
¡Ah! Y básicamente, mi queja más grande es la siguiente: hombres, no pienso ser más el hombro en el cual llorar, ni paño de lágrimas. No más. Me niego. Y si se cagan en sus amigas, banquense lo que sigue. Me tienen harta las noviecitas histéricas. Extírpenle el ovario (hister en latín, ¡hola! Estaba intentando hacer un chiste...malo, ya sé... ¡ya sé, dije!) o busquen una muñeca inflable. ¡¡Me niego a ser descartable!!
No, un corazón no se endurece porque sí. Se endurece porque se harta...
o porque su dueño tiene lo que se necesita para asesinar al hijo de puta.
Amén a mi humor irónico-destructivo-alegre.
Amén a los que, cuando lean esto, se rían harto.
Esos saben apreciar el humor ácido.
3 comentarios:
Y el aplausómetro estaaaaaaaaaaalla!!
Otra brillante creación de un hada alada cheekeeteeta!
Igual te dije por mail todo lo que pienso pero no puedo permitirme perder el invicto de comments en tu blog.
OBVIO!
Te quiero, te adoro, te admiro y te NE CE SI TO!
mmm ... jaja sabe ud ya, el origen de mis son-risas
)/
n_=
u_u
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