sábado, 31 de diciembre de 2005

Triste, triste soledad.

Soledad miró el teclado. Todavía estaba en garantía, así que podría reclamar por las teclas que, tras el diario uso que les daba, se habían ido borrando lentamente. Lo miró varias veces: la letra A había desaparecido por completo ya; sólo quedaba un cuadrado en tres dimensiones muy negro, con algunas pelusas ínfimas a su alrededor. La S seguía el camino de la A y la D luchaba, a medias, por todavía permanecer, aunque la mitad de su panza ya se encontraba desprendida. Buscó la caja que conservaba en el depósito y encontró entre los papeles y el envoltorio de burbujas de aire la garantía. Efectuó una llamada telefónica a las 15:48, pidió las tres teclas, leyó todos los códigos y le tomaron los datos. Prometieron que al día siguiente las teclas iban a estar en sus manos.

Como la mayoría de las promesas, 14:23 del día siguiente y las teclas no estaban en el buzón. Frunció el ceño lo suficiente como para demostrar su enojo, pese a que nadie la estaba mirando. Pero qué va, era sólo para ella, una exteriorización egoísta.

18:44, dos días después. El timbre, el cartero y una pequeña caja. Firme-esta-planilla-gracias-por-su-llamado-todos-los-reclamos-de-nuestros-clientes-son-muy-importantes-para-nosotros-que-tenga-un-buen-día. Soledad tenía en su poder una caja de diez por diez, rellena de kraft y en el fondo, sin pelusas y sin un rasguño, la A, la D y la S. Decidió poner una pava al fuego para el mate: desarmar el teclado sería lo más emocionante del día; merecía ser acompañado por unos excelsos amargos.

Termo, mate, destornillador y caja en bandeja, se sentó en el piso con el teclado frente a ella, patas para arriba. Sacó las tres letras de la caja y las dispuso frente a sí. No pudo evitar la tentación de jugar a agruparlas, formar anagramas.

AD/S (anuncio/s en inglés)
AS (como, en inglés)
DA/S (él/tú)
SA (el diminutivo de cualquier nombre, como Santiago, Sabrina... quizás hasta con un poco de imaginación, diminutivo de Soledad)
SAD

Se atragantó con el mate; las teclas, brillantes, nuevas. El hecho de sentirse neo triste como un departamento a estrenar, como un vestido nuevo o unos zapatos a amoldar (¿por qué será que nunca nos amoldamos a los zapatos?). Echó otro vistazo a su teclado y se reprendió por tonta: la L, la N, la M, la E, la R y apenas la C, también borrándose. Pero no se había percatado de ello y ahora esas tres letras agrupadas como burlándose de su juego, la D un poco más arriba de las otras dos. Reflexiones cuasi filosóficas se le vinieron a la mente: una tristeza que parecía borrarse, que quería borrarse y ella insistía en querer estrenarla constantemente, renovarla. Unas teclas gastadas, quizás de aquella vez en la que insistió llenar una hoja en blanco con esa sensación, tipeando la palabra en inglés sólo porque era más corta y quizás, cuanto más la escribiese, más quedaría apresada en el papel en vez de dando vueltas por su organismo. El movimiento mecánico de sostener el shift con el anular derecho porque no le gustaba poner el bloqueo de mayúscula y el pulgar apretando la barra espaciadora, mientras el índice izquierdo paseaba de la S a medias, la A borrada y la D con principios de olvido. Y Soledad tipeaba

SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD SAD



No repuso las letras del teclado.

domingo, 25 de diciembre de 2005

Sin repetir y sin soplar (número trece)

Hola, nena! Ante todo y para no ir contra tradiciones ni rituales mundanos: Merry Christmas! Espero que lo hayas pasado lindo y hayas comido mucho, ¡¡que para eso son las fiestas a esta edad!! Ya después cuando llegues a los 40 podrás recordar tiempos mejores en los que todo parecía más prometedor en vez de tener que vigilar a tus muchos críos dando vueltas por el parque de tu casa o de la casa de tu suegra...

Te cuento que fue una Navidad atípica. Supongo que porque fue un año atípico con una Mery para nada convencional. Cosas que suceden. Por empezar, mis viejos decidieron (debo aclarar que bajo ningún punto de vista democráticamente) que el regalo de navidad para la familia iba a ser una bañadera con hidromasaje, así que nada más debajo del arbolito. Creo que de más está decir que estos arranques excéntricos por su parte me parecen totalmente pavotes, pero claro, mi opinión en todo caso no cuenta. Tres contra uno y sanseacabó. Lo que intentó ser gracioso fue el pote de sales de baño debajo del árbol con mi nombre. Hubo uno para cada miembro de la flia, "ocurrencia" de mi madre, a la que rieron todos menos yo, claro. Es que no tengo sentido del humor, creo. La cosa es que terminaron gastando un dineral en algo que no me interesa y que por supuesto me da igual tener o no en vez de por lo menos utilizar los cinco pesos del pote de sales minerales en cualquier ejemplar usado de una librería under y comprarme aunque fuese un libro de aforismos. Hubiese sido muchísimo más satisfactorio para mí sin dudas, pero no estaría a tono con el clima familiar. En fin, shit happens, a seguir sonriendo y remando.

Estaba bastante frustrada con el regalo y con mi falta de entendimiento de todo (creo que sabés muy bien que no soporto las incertidumbres, me asesinan lentamente). ¡¡Ni siquiera era el regalo, es decir, soy poco materialista, no era el regalo en sí, si no lo que encerraba!! Me hubiese gustado poder conversarlo con mis amigas cuando dos y pico pasaron a buscarme por casa para ir a una fiesta. Esta sensación de estar por fuera de todo, de pensar mal de mí, por supuesto, como si el enojo jamás saliera y siempre siempre siempre siempre casi siempre vuelve hacia mi persona, ¡simplemente por mal pensada! Y quizás jodida, ¿mal agradecida? ¡prejuiciosa! No lo sé. Pero ambas estaban concentradas en la salida del auto, en el juego de embrague-ponéprimera-aceleráunpoco-soltáelembragueylisto! para hacer la salida más suave en vez de que fuese como saltando. Me hubiese causado gracia el auto cuasi tropezando. Pienso en esa imagen mental y sonrío mientras te escribo. Intenté conversar acerca del vacío emocional (porque el estomacal no existía en ese momento) al abrir el paquete y ver las sales minerales. Como típico momento de película en el que todos se están riendo y vos te preguntás dónde está la gracia. Pero mis comentarios creo que sólo los escuchó la alfombra del piso. Rendida, me recosté sobre el asiento y cerré los ojos. Quizás...

Terminamos la noche en la fiesta en el club Ciudad. El dj era un muerto, ¡qué hijo de puta! No pudo poner peores canciones porque no se le ocurrieron. Me puse un poco de mal humor, le grité bastante aunque fuese obvio que no me iba a escuchar pero eso me hizo sentir un poco mejor. Me sonreía a mí misma, a veces eso me hace sentir más tranquila, pero pensaba en los 20 pesos gastados en la entrada para escuchar a un idiota pasar hip hop malo, muy malo, que no se podía bailar, ¡por dios! y me enervaba de nuevo. Después, era sonreír o morir desplomada de aburrimiento en el piso o bien salir a buscar un par de ojos claros para unos besos nocturnos, ¿quién sabe? Hasta quizás fuese más divertido que ese tonto creyéndose un gran anfritión cuando no era más que un papanatas con una MAC pasando mp3s en una fiesta. Pero escuchame, el tipito al menos es top, muy top porque pasa mp3s en vez de mezclar los discos de pasta...

Al final, entre gays que nos pegaban el culo a nuestro culo y sacaban fotos tapándome la cara porque me enojé y lo empujé a uno (lo empujé de manera agresiva, ya me había desquiciado, ¿¿quién se cree para tomarme así de las muñecas y no permitir moverme??), sumado a la alegría desmesurada de las chicas cuando un chico les regaló un speed con vodka (diez pesos, Me, ¡¡DIEZ PESOS!!, repetía la rubia... y yo pensando lo que haría con diez pesos... quizás un buen libro... El hombre mediocre, de José Ingenieros me salió diez pesos y nuevo, no hay relación, ¡¡no hay relación!!), la noche no estuvo tan mala como anunciaba el prospecto y a eso de las siete, salimos del lugar, con una rubia alegre y una morocha más o menos al comando del volante. Confío en ellas, claro. Al menos a ellas les prestan el auto hasta cuando tomaron alcohol y yo tengo que escuchar que manejo bien pero que el giro a la izquierda es un poco cerrado, así que el auto no, no te lo vamos a prestar, rompete un poco el culo como hicimos nosotros para tener lo que tenemos hoy en día. ¿Qué te creés, que todo viene de arriba? No, no es que no confíe en cómo manejás vos, no confío en cómo manejan los demás... y mientras escucho esto pasan por mi mente las imágenes de mi papá agarrado al freno de mano con la izquierda y la derecha agarrada fuertemente a la manija que está sobre la ventanilla. Siempre firme, mirada al frente y él no se da cuenta, pero yo le veo las finísimas gotas correrle por la sien mientras reza, aunque no sea creyente, para que no nos peguemos un palo en la próxima esquina en la cual, según él, yo no voy a frenar. Este tipo de confianza para todo, qué diablos.

Y terminamos, siete y pico a la orilla del río en la costa de Vicente López, yo con un licuado de durazno, la rusa con un licuado de frutilla y naranja y la rubia con una gaseosa. Me dejaron sola un momento y se me sentó un chico a dos sillas, quien sorprendentemente pidió permiso para ello y que tenía conversación agradable. Nombres, autores de psicología (dios, ¡no escapo de la facultad y sus efectos ni en los días feriados!), de los estereotipos, chistes malos, las chicas volviendo, licuados, a convidar un poco, y se suma otro y terminamos conversando los cinco acerca de la noche de Navidad atípica y yo con un mail anotado en una entrada de la fiesta. ¡Y todo por ser una chica sincera! Creo que es la primera vez que la sinceridad me consigue el mail de alguien.

Llegué a mi casa a las ocho de la mañana de hoy Domingo y dejé un mensaje en la cocina con una letra horrible pidiendo que no me levanten para almorzar. Suponía que se podría venir un gran reproche gran (sí sí, ¡capicúa!) por no compartir el almuerzo navideño, pero mi reloj biológico o mi inconsciente, sólo por hundirme un poco más, me levantaron cuando mis viejos estaban saliendo para ir a lo de mi tía. Así que esperé que se fueran y me levanté para ducharme. Me puse lo mismo del día anterior, pero no lo paquete si no lo informal y ni siquiera me puse los lentes. Me crucé a lo de mi tía y no había muchas cosas tentadoras de lo salado. De lo dulce también había quedado poco (anoche arrasamos con todo, ya sabés, treinta personas) pero comí algunas cosillas y quedé semi conforme. Me gustó abrazar a mi primo, hacía más de un mes y medio que no lo hacía y siempre esa novia moco que tiene que lo lleva de las narices. Y me pone triste por él; él que siempre fue bastante pegado a la familia verse dividido entre la pibita maleducada (jamás saluda) y el resto de los familiares a quienes, por supuesto, la pibita maleducada no les cae NADA bien. ¡Obvio que a mí tampoco! y sabés que las oportunidades las di: fui agradable y le di conversación, traté de integrarla y siempre le saludé cuando incluso ella esquivaba mi cara. Sonrisa al 200 sin importar qué. Pero yo también tengo mis límites y mi único consuelo ahora es abrazar a mi primo cuando puedo y cuando se deja el muy arisco y sólo esperar que no sea un capricho y que no tenga que volver a ver JAMÁS a la pibita amenazarlo con el puño cerrado y el ceño fruncido porque la vez que la vi no le revoleé un tejo por la nuca porque tengo tan mala puntería y tanta mala suerte que seguro le daba en el medio de los ojos a mi primo. Sí sí, a seguir remando, ya lo sé.

¿Que cómo estoy? Creo que no sabría ponerlo en palabras. Fue un año extraño, ¿no creés? Demasiadas emociones juntas, giros de 180 cada dos meses aproximadamente, poco tiempo de aclimatarse y a recibir lo nuevo otra vez. Siempre con una sonrisa aunque no quiera sonreír. ¡Hay muchas ideas por mi cabeza dando vueltas! Me están volviendo completamente anormal: ideas para escritos, imágenes de todo tipo, color y formas, la muela de juicio que me hace doler las sienes y los oídos, tristeza que no termino de procesar nunca y no se va y ya no sé dónde ponerla, alegría por muchas cosas que a veces dudo que sea sincera y otras es tan plena que lloraría al ver un atardecer rosa o una tormenta por la mediana ventana de mi habitación y esta aterradora sensación de que nada tiene sentido y de que cualquier día de estos estaría dispuesta a morir porque ya me cansé de seguir remando.

Gracias por el leer un stream of conscience. Más que destinatario, simplemente has sido perfecta excusa para un desbloqueo literario. Y soy perfectamente consciente de que eso no te molesta en lo más mínimo y que seguramente estarás alegre de tener la primicia de estas líneas.

¿Viste que hay un refrán que dice que "siempre hay un roto para un descosido"? Yo me pregunto qué hay para los que no somos ni lo uno ni lo otro, como yo.

Je te veux, petit ami.

Danke.

domingo, 13 de noviembre de 2005

Que improvisar no se pase de moda...

E.M.: boinas!
B.: veGdes!
E.M.: de felpa!
B.: con estrellitas!
E.M.: y un botón para abrochar la visera!
B.: y una visera para esconderse de la lluvia!
E.M.: una lluvia que podría arruinar la felpa?
B.: depende de quién sea que llueva
E.M.: si llueve una lágrima de alguna mejilla amiga?
B.: entonces sirve para, cuando abrazás al que llueve, esconderse los dos de las miradas ajenas
E.M.: esconderte de la pena o esconder tu pena
B.: esconder la pena hasta que una sonrisa, la destierre para siempre... o por un rato al menos
E.M.: quiero hacer de un rato algo eterno y no vagamente fugaz y efímero
B.: pero lo eterno lleva tiempo y nada garantiza su longevidad... todo termina muriendo eventualmente, incluso las penas, incluso las sonrisas

...

domingo, 30 de octubre de 2005

Diagonal

Llovía. No, estoy recordando mal: lloviznaba.

Yo la esperaba en la esquina como habíamos quedado el día anterior. Ya se estaba haciendo un poco tarde, mas eso no me molestaba: podía imaginarla preocupada viajando parada en el colectivo, contando los minutos, viéndolos estirarse eternamente en el reloj. Refunfuñando por lo bajo quizás, con algunas pequeñísimas gotas de sudor que se mezclaban con la humedad ambiental. Una lluvia otoñal, su polera y su pelo enrulándose traviesamente. Es que no hay en ella nada que no sea pícaro e infantil, que no sonría dulzura, que no saque la lengua como una niña atrevida. Me causaba gracia porque se preocupa sin motivo: yo no pensaba moverme ni un ápice de donde estaba parado y conocía el tránsito en Belgrano a esa hora pico. Sólo me preocupaba un poco la idea de que pudiera pasarle algo en el trayecto. Ella me enseñó a pensar de manera positiva aunque a veces debería ponerlo más en práctica. Me repetía frases en la mente pues desconocía qué decirle cuando la viera; sé que no le gustan los lugares comunes y que reniega de la dulzura: a veces me muestra los dientes cuando le quiero hacer una caricia. Y yo río porque no puedo decirle nada, no me sale decirle nada. Como tampoco me nacía nada original cuando la vi correr hacia mí bajo la llovizna, las gotas de lluvia armando arco iris alrededor de su pelo, su mochila batiéndose de un lado a otro. Llegaba agitada bajo las tenues luces del alumbrado de la calle. Me sentí identificado con su maratón y a mí se me cortó la respiración y sólo pude articular algo que creo sonó parecido a:

- Estás hermosa -, me dijo entrecortadamente. Era gracioso: yo era la que corría porque llegaba tarde y a él le fallaba la respiración. Le sonreí y él me devolvió la sonrisa y simulando un enojo que no era tal, le dije que los regalos era de mala educación devolverlos. Desafiándonos, nos provocamos sonrisas mutuas durante diez minutos hasta que decidimos dejar el asunto porque nos dolían los músculos de la cara. En el bolsillo ya nos llevábamos más de 20 sonrisas cada uno, aunque ya no sabía cuáles eran las mías y cuáles las suyas, cuáles eran compartidas y cuáles eran las desparejas. Recuerdo que me deshice en disculpas: el transporte público y yo estamos un poco peleados hace un par de años. Tenemos épocas en que nos llevamos maravillosamente y llego puntual a todos lados. En otros tiempos, no importa cuánto tiempo me sobre, llego siempre tarde y me pregunto y le pregunto al tren, al colectivo, al subte dónde quedaron esos diez, quince minutos que me sobraban y de repente me hacen falta. Claro que nunca me responden. Él se reía ante el hecho de que me deshiciese, ante estas disculpas que sacaba de la mochila y de atrás de mi oreja. Le narré mi odisea, haciendo específico hincapié en el hallazgo de mi nueva profesión: cazadora de colectivos. Le conté de la humedad y los juanetes enguantados en la zapatilla, de las ondas que aparecían en mis pelos y de las cuadras corridas bajo la lluvia con mi mochila danzando zapateo americano en mi espalda. Él río, siempre tan educado él, riendo ante mis chistes malos y comparaciones bizarras y finalicé el cuento con un:

- ¿Vamos? -.

Caminamos por veredas distintas que a veces se unen en una diagonal. Y cuando no se cruzan, podemos saludarnos de vereda a vereda pero ninguno de los dos cruza. A veces conversamos y gesticulamos ampliamente, tan grandilocuentemente que no nos damos cuenta y alguien liga un sopapo en mitad de la cara. Y sabemos que no cruzamos hacia la vereda de en frente porque no queremos. Nos reconforta saber que tenemos un sentimiento particular con la lluvia, que somos agua, que ambos llovemos juntos en días como estos, que recordamos al otro y caminamos con él aunque estemos en puntas distintas de un planisferio. Que dejamos que las veredas choquen solas porque es harto divertido.


Yo no quiero estar con él y yo no quiero estar con ella mas si ella corre bajo la lluvia o él camina bajo la llovizna yo lo imagino a él cerrando los ojos y yo pienso en ella, la siento gritando al cielo esperando que se desgarre sabiendo que hay una sonrisa posada en sus labios, con una respiración fallando a propósito a un mismo ritmo esperando que en la próxima vuelta de esquina nos topemos con una diagonal para estrecharnos un rato.

domingo, 18 de septiembre de 2005

Stream of conscience

Me siento deshecha, en pedazos. Desarmada, derretida, decaída. Dando batalla. Batallando aunque ya no es suficiente. Perdiendo la paciencia una y otra vez, consumida por la desesperación y el enojo. Tengo la masa encefálica hecha un postre de gelatina, una garganta que me pica y un cuerpo que ya no quiere caminar más. Me sigo levantando aunque no quiera. Disimulo; qué gran actriz que soy a veces. Pero tengo un par de ojos verdes que me delatan, que se dilatan y se rehúsan sobremanera a llenarse de lágrimas. Me vendría bien llorar para hacer un cambio.

Nunca nada es suficiente. No importa el sacrificio, la paciencia, el amor, el enojo. Estoy condenada a sufrir a determinados personajes en mi vida. Pero la paciencia se acaba, nadie lo nota, pero se acaba... ¡¡se acaba!!

Necesito una bocanada de aire fresco. Un beso, un abrazo y un mimo para poder dormir, para no soñar que me están matando con balas que tengo que esquivar porque las veo venir y me agacho, me cubro la cara y los costados. Nunca es suficiente, en algún momento me van a pegar.
Tengo miedo.

domingo, 11 de septiembre de 2005

Improvisación de un sentimiento

Ella busca la mano de él. Quizás así pueda enviarle, con el pulso de sus dedos, lo que está sintiendo en ese preciso instante.

- Besame -, piensa ella.
- Muero por besarla -, piensa él.

Pero ninguno atina a nada y se distraen mirando el horizonte. Conversan. En las palabras puede sentirse la ansiedad, el miedo.

- No quiero que duela de nuevo -, se muerde el labio ella.
- No quiero que duela, otra vez no podría soportarlo, - se rasca la mejilla izquierda él.

- ¿Te puedo pedir un favor? -, susurra ella.
- Lo que quieras -, consiente él.
- ¿Me das un beso? -, impetuosa.
- ¿Dónde lo querés? -, se acerca él.
- Donde vos quieras -, flota ella en sus ojos.

Si ahora laten ambos bajo el mismo pulso de las venas... y se empalagan... y está bien así...



(dedicado a cada hermoso ser que al besarme me hizo sentir mariposas en el estómago, pajaritos en la cabeza y pececitos de colores en los ojos...)

sábado, 20 de agosto de 2005

Reincidencias

No quería repetir la historia que le habían contado de sus antiguos compañeros de habitación, pero poco original como era, sólo se le ocurrió poner las llaves debajo del felpudo de entrada. Nada de despedidas superfluas cuando estaba todo dicho y terminado. Se marchó.

Traía en las manos sus llaves del departamento. Justo antes de insertarlas en la cerradura, notó un bulto conocido en el felpudo que estaba delante de la puerta a modo de bienvenida. Alzó una ceja, su corazón dio un vuelco y se puso de cuclillas. Al levantar la punta superior izquierda, encontró las dos copias exactas de las llaves que aún sostenía en su mano derecha. Y estas últimas cayeron al piso.

sábado, 13 de agosto de 2005

No me eches de menos

¿Sabés qué, Char...? Creo que tenés razón. Yo abandono antes de que me abandonen. Quizás porque no podría soportar otra pérdida más cuando la gente se va...
eventualmente, se van todos. Y sólo queda uno mismo consigo mismo. La soledad es hermosa y es también difícil de sobrellevar cuando lo que uno busca es simplemente un abrazo...

Algo viejo que viene a colación del tema...

Te imagino acostado boca abajo sobre la cama deshecha. Tu habitación no es de película: desborda realidad. No se halla iluminada por la luz matutina. Las cortinas no vuelan en supuesta libertad al compás de la brisa. Y la cama no está estratégicamente desordenada para aparentar que allí aconteció algo la noche anterior. Sólo hay reflejos de la naturalidad con la que vivís tu vida. Tomás de a un día por vez. Tenés la frescura y espontaneidad infantiles que me hacen sonreír melancólicamente al recordarte.

Me recuerdo recostada, con una de mis piernas flexionadas, mi mano derecha sobre mi vientre, con la cabeza ladeada. Mirándote. No me cabe duda que de un momento a otro despertarás lentamente. Yo lamentaré haberte despertado al contemplarte de manera tan intensa. Me echarás un vistazo con ojos entrecerrados, alzarás una sola de tus tupidas cejas en actitud seductora. Yo estallaré de la risa y me abrazarás... y así será cada mañana que despertemos ambos en el mismo sitio.
Gotea. Llueve.
¿Sabías que siempre amé la lluvia? Recuerdo la vez que te obligué a salir sin abrigo para bajo la tormenta incesante correr sin rumbo preciso. Juntamos agua entre las manos y la lanzamos hacia arriba, hacia el firmamento, como si de esa manera pudiésemos devolverla al lugar de donde provino. Nos contentamos simplemente con verla caer nuevamente, imposibilitada de vencer la gravedad. Te besé sabiendo que no eras sólo vos en mis labios. Tus besos jamás supieron como aquella vez, tan húmedos, tan intensos y vibrantes, tormentosos. Llegó un momento en el que me fue casi imposible contemplarte porque mis pestañas estaban cargadas de gotas. Ello no importaba. Fue la excusa perfecta para besarte con los ojos más cerrados que nunca. Creo que fue una de esas extrañas ideas mías que no había puesto en práctica antes. Idea que a vos nunca se te hubiese ocurrido.
Suelo preguntarme aún cómo puede caer tanta cantidad de agua en un lapso tan corto de tiempo. Sé que cosas como esta te exasperan de mí, aunque sólo hagas girar tus ojos y suspires sin pronunciar palabra. Locuras como esta infinita obsesión por abarcar todo el conocimiento asequible, por saber cómo es que funcionan las cosas. Parte de mi espíritu pragmático, herencia de mi ser humano cultural. Otro rasgo que compartimos.
Si supieras dónde me estoy hospedando temporalmente, echarías a reír a carcajadas. Me encuentro en uno de esos pequeños hoteles al costado de la ruta que tanto desprecié siempre. Lo que desconocía es lo solitarios que pueden ser, lo indiferentes y ajenos que me resultan. Me siento tan a gusto. Es un lugar tan genérico. Me hace sentir aún más especial, pues lo único original entre estas cuatro paredes soy yo. Así es: de un tiempo a esta parte dejé mi falsa modestia de lado.
Estoy sentada sobre la cómoda mirando la lluvia. Con ojos cerrados. Sé que te sorprendía que pudiera describir tus acciones sin siquiera observarte. Advertía tus intenciones de tomarme por sorpresa porque te presentía cerca y olía tu colonia. Te retaba cuando oía que tratabas de abrir el paquete de cigarrillos sin que te viera. El papel metalizado siempre hizo ruido. Cada vez, simplemente me limité a decirte que usaba todos los sentidos. Te costaba creerme; suponías que algún truco que ya descifrarías explicaría semejante peripecia. Te lo repetí incansablemente: mi entidad corpórea siempre fue un calabozo. Planeé llegar a un estado más sublime y abarcador toda mi vida. Y hoy estoy empezando a poner en marcha toda la planificación. Hoy me han entrado unas terribles ganas de echar a andar sin rumbo fijo. Conducir por las rutas hacia las afueras de la ciudad para apreciar cómo van encogiéndose los edificios a medida que me alejo. Cómo el campo parece extenderse infinitamente ante mí.
¿Has comprendido al fin el motivo de mi inevitable partida?
Huyo. Escapo. Permuto mi vida. Dejo a todos y todo. No quiero mirar atrás. Y lo increíble es que pensé en traerte conmigo. Sin embargo, no soportarías acompañarme. Imagino que no comprenderías. Soy producto de mi pasado pero no voy a permitirle que me condicione terrenalmente. Lo siento, no puedo vivir una vida corriente, una vida que se me hace desde un principio chata, sin sentido. Me lancé a este camino creyendo que una algarabía cotidiana sería suficiente. Que la estabilidad y la seguridad que siempre carecí y entonces me ofrecías garantizaban que cada día pasado a tu lado, sumado a los otros, daría como resultado, en algún momento dado, la felicidad. Sonaba simple: algarabía cotidiana del día uno + algarabía cotidiana del día dos, tres, cinco, diez, cien... = felicidad. Estaba ridículamente lejos de la realidad.
Ansío un desafío diario, una incertidumbre que me obligue a razonar. Contradictorio, lo reconozco. Es que no quiero desperdiciar mi vida monotemáticamente. Quiero aventura. Una aventura del mismo calibre que emprendí cuando nos conocimos. Un día que podría haber sido cualquiera, un día en el que venías tan ensimismado en tu enojo cuando yo venía inmersa en mis elucubraciones personales. La manera en la que chocamos y derramé todo mi café sobre tus carpetas. La torpeza personal de querer secarte el saco para sólo conseguir ampliar la mancha. El modo en el que me fulminaste con la mirada, frustrado, alzando una ceja descuidadamente. Por ello, romper a reír, descarada, e incluso lograr que también rías. Magia.
Anhelo almorzar en un sitio, pasear por la tarde en otro y recostarme a mirar la luna en una intersección de coordenadas insospechadas. Quiero ver un amanecer en Europa y el cielo estrellado en Oriente. Adentrarme en culturas nuevas, exóticas, intrigantes. Pretendo deambular hasta encontrar el sitio donde saque toda mi ropa del bolso para colgarla en un armario por tiempo indefinido. El sitio donde los muros reflejen los colores de mis actitudes y estados de ánimo, donde encuentres en el suelo el polvillo del aire que se colará por la ventanas, donde te embriagues con las flores y aromas dulces mezclados en el ambiente. Un sitio que notes que está vivo. ¿Será acaso asentarme cuando encuentre ese lugar en el mundo donde sea una unidad con lo que me rodea?
No me eches de menos. Muy dentro tuyo sabías que esta historia terminaría así. Quizás pensaste que seguirme la corriente un tiempo me haría cambiar de parecer. Creíste que necesitaba alocarme temporalmente, desprenderme de las estructuras que me amarraban a un ser en el que no creo ya para poder volver luego, voluntariamente, a él. No es así. Tu presencia en mi vida será trascendental porque confirmaste mi auténtico ser sin saberlo. Porque aceptaste ese ser incorpóreo. Porque creíste en él incluso antes que yo. Porque advertiste su existencia y fomentaste su crecimiento sin que yo me percatara hasta el día de hoy de ello.
Te preguntarás por qué me voy si has sido clave en mi corta existencia. Y es que no puedo quedarme a tu lado porque sería andar sobre mis pies. Y yo... yo quiero planear en un cielo abierto. Y aunque sólo sea vagar con mi mente, emprenderé el viaje al que vos nunca te atreverías a ir por miedo a aquello incierto con que pudieras toparte: el viaje hacia mi centro mismo. Y cuando llegue... ni siquiera consigo imaginar lo que será cuando llegue...
No me eches de menos.
30/04/04

lunes, 1 de agosto de 2005

Palabras en un abrazo

Ella gateó hasta donde se encontraba él sentado.

Ambos estaban en el piso mirándose fijamente. Era una Guerra Fría enfrentándolos, el sopor de una siesta profunda con ojos bien abiertos que se apoderaba de ellos cuando implícitamente se desafiaban a contemplarse sin decir palabra alguna, sin recorrerse los cuerpos con las miradas. Se dejó caer al suelo de costado. Cual cachorro en busca de cariño, rozó con la punta de su nariz su dedo mayor y el anular de él se posó sobre sus labios casi como por descuido. No comprendía que él no aceptara que ella ya se había rendido. Su silencio era más mortífero que sus groserías e insultos. Rompiendo todas las reglas tácitas que en algún tiempo habían establecido, mordió el dedo que tenía a su alcance, despacio, muy despacio. Con pupilas dilatadas, enamorada, y alzando lentamente sus ojos entre sus pestañas, lo miró. Él no le había quitado la mirada de encima aunque no hubiese movido un ápice de su cabeza para contemplarla. Las artimañas de seducción caducas que intentó desempolvar no habían resultado. Así, su nariz comenzó a rozar la palma de su mano. Primero en trazos cortos y rectilíneos. Luego en círculos concéntricos que iban creciendo de a poco, espirales que con fuerza se abrían paso para levantar el peso muerto de su brazo. Finalmente, la palma terminó en la cabeza de ella. Sin acariciarla. Meneó la cabeza despacio para que la palma cayera sobre su espalda e incorporándose suavemente apoyando el peso sobre sus manos, se terminó acurrucando en su regazo en posición fetal. Aún así, él no la tocaba. Sus brazos descansaban ahora sobre sus rodillas, inertes y rígidos. Posó sus delicadas manos sobre su abdomen, y comenzó a subir por su pecho hasta la cintura para rodearle y acercarle a su cuerpo. Él ya no la miraba... y ella a él tampoco. Lo abrazaba de manera tal que todo su cuerpo gritaba. En su mente, ella imaginaba que arrimaba su boca a su oído y le susurraba que no la soltase. Pero jamás ponía en práctica lo pensado durante días enteros; se limitaba a estrecharlo fuertemente, esperando que él supiera interpretar eso que a ella le estaba faltando. Se hacían daño, maltrataban sus fibras íntimas mutuamente; sin embargo así se querían, lastimándose.

A veces, él cedía, la estrechaba entre sus brazos. Siempre le besaba el cuello, la nuca, las mejillas, el pelo. Repetidamente acariciaba su cabello hasta que ella le dejaba un beso sobre el pómulo y se ponía a contemplar la pared. Sin falta, le hacía el amor hasta que se quedara dormida sobre la almohada. Le dirigía algunas palabras, a veces.

Tal vez él consiguió interpretar los susurros en el aire del ambiente.


¿Nunca fue suficiente?

viernes, 29 de julio de 2005

Día de esos...

Hoy es uno de esos días en los que (me) puede pasar de todo. Es ese en el que voy caminando por Belgrano, pleno Cabildo y Juramento y me encuentro con las empanadas que bailan al compás de una música inexistente. El combo parece que se completa cuando diviso, a lo lejos y de la mano de enfrente, a un tetra de Cepita naranja – aunque para mí la clásica Cepita fue siempre de manzana – también bailando al lado de unas promotoras. “Es el auge de la cómida enfiestada”, pienso para mis adentros y me río sola, como ante cada chiste tonto que me hago y no le hago a nadie para hacerles un bien porque no me escuchan, claro. ¡Pero no termina ahí! Cómo olvidar que lo mejor sucede cuando una viene sumergida en sus elucubraciones acerca del trabajo práctico de la facultad, más todo lo que tiene que estudiar para rendir un parcial, castigándose por ese par de horitas que separa para tomar un café con alguien, procurando que al cruzar Cabildo no la pise a una un colectivero enojado con los piqueteros que cortaron Puente Saavedra... ¡y plaf! ¡La empanada te/le/¡me! chifla! y estoy completamente segura que si pudiera, me guiñaría un ojo, de no ser porque los tiene constantemente abiertos. Y por el hecho de que es un gran disfraz, por supuesto.

Ese día también me tropiezo con cada desnivel que encuentro en la vereda. Mi madre diría que es porque no levanto los pies para caminar, aunque cuando a ella le sucede exactamente lo mismo, se defiende con un “el traumatólogo me dijo que tengo tobillo inestable”. En mi defensa digo: soy torpe por naturaleza.

También me encuentro con muchos muchachos y muchachas que están repartiendo volantes. Soy cortés y recibo todos los que me dan. Claro que al primer recipiente de color naranja o verde que me cruzo le doy de comer con todos ellos.

Me paso una hora y media parada esperando a esa persona que nunca llegó al lugar acordado y reviso unas cuantas veces mi celular chillón, al que quizás no escuché entre el murmullo de la gente que pasa. Decido meterlo en el bolsillo. Si no lo escucho, que al menos me sobresalte con la vibración. El diariero me está mirando con cara sospechosa hace más de 45 minutos. Yo sigo leyendo como si nada, y la gente me empuja como si yo no estuviera ahí parada. Me pasa cada vez que voy a una zona céntrica. Parece que estoy adentro de un video juego cuyo objetivo es sumar puntos por cada vez que alguien simula que soy un poste; me pegan codazos, me pisan y me tiran humo de cigarrillo en la cara. Incluso me ha pasado que alguien con mal aliento haya eructado en mi dirección, creyendo que porque estoy leyendo no me doy cuenta, pero sí me doy cuenta y el olor a cebolla me deja mareada. Al cabo de la hora y media, me resigno y me voy, resoplando bajito, a tomar el tren que me lleve de nuevo a mi casa.

Ya dentro del vagón, y agitando la cabeza al ritmo de Smitten y su canción “Juntos”, me vibra el bolsillo, así que tiro de esa cinta azul ridícula con caritas felices que me regaló mi madre y lo pesco al vuelo. Ya me imagino que es un mensaje de texto de quien me dejó plantada en esa esquina a punto de ser llevada a la comisaría por culpa del diariero chismoso. Pero me equivoco cuando veo, en la ovalada pantallita azul un número en vez de un nombre y enseguida me doy cuenta que a ese número no lo conozco. Pero soy curiosa, no puedo con mi genio y me reviso quién, ocupado o tonto, ha discado mal y me ha mandado un mensaje a mí en vez de enviarlo al recipiente correspondiente.

- sigo buscando un rubio clasico besos varios javier.

Pienso con el vocabulario del novio de mi hermana: ¿y este Carlitos quién es? No conozco ningún Javier, así que obviamente el mensaje no es para mí. Además, ¿un rubio clásico? Yo no soy modelo, no conozco modelos y no represento modelos. Le aviso. No tengo muchas ganas de tipear, como siempre, así que resumo todo lo que se puede.

- me parece q t confundiste. No c d q rubio me tas hablando :s.

Mensaje enviado. Asunto solucionado. Sin embargo, antes de que el celular vuelva al bolsillo, vibración en mi mano y pantalla azul. Mensaje nuevo: leer? Ok.

- no sos ale?

Snif, ahora me tratan de hombre. Pero pobre, capaz que estaba ocupado, vamos a ser corteses.

- no, mi nombre es Marianela. Me parece q t pasaron mal el nro. =)

Mensaje nuevo: leer? Ok.

- ups mil perdones!

Y sí. Apretó mal los números. Pobre muchacho.

- todo bien! te avise xa q supieras. Suerte en la busqueda!

¡Vamos por más!

- ja ja gracias por la buena onda.

De nada. Un placer. Pero la verdad que ya no daba para seguir gastando crédito. ¿Y sabés nena qué impresión me quedó? Que al tipito que apretó mal los numeritos le gustan los tipitos en vez de las tipitas.

Y sí. Es un día de ESOS.
(¡quiero dejar en claro que casi todos los hechos de este escrito son verídicos! Es que a veces hay cosas que ni yo me creo que me suceden...)

jueves, 14 de julio de 2005

¡Queja queja queja!

Bueno, hoy me dieron ganas de quejarme un rato, despotricar contra la existencia y desplomarme de bronca y risa en el piso. ¡Ah! No me hinchen las bolas con que estoy mal o algo así (uh, uh, sí, lo van a leer todos... cri cri...) Bue, ya fue la ironía. No pretende ser un texto literario. Es una reflexión en tinta alta. =P
Me importa un cuerno si esto lo va a leer alguien que me conozca y se siente tocado. Mery está desenfada, señores, agárrense de los asientos. Hoy tengo ganas de hacer una queja, pero una grande, pública, a ver si alguien moviliza las neuronas que tiene en su atrofiado cerebro y reacciona.

Esta semana, además de sufrir para ese putísimo final de niñez, que por obra y gracia... mía, por supuesto, ¿de quién más si no? aprobé, elaboré algunas teorías acerca de los seres humanos... Faaa! Che, Jorge, me contagiaste las ganas de renegar contra mi condición de humana. Ok, no, pero estaba bueno decir eso, como para que lo sepas. Y bue, basta de delirio. Punto y aparte.

La primera reflexión de la semana fue: para ser adolescente, ¿hay que adolecer y complicarnos la existencia? O sea... a ver... yo comprendo que los valores sociales, morales, bla bla bla estén devaluados, pero a los 18 y con la sobreinformación que tenemos, me parece que estamos ya crecidos como para andar creándonos problemas donde no los hay. (y yo con mis 21 largos ni te cuento...) Y echándole la culpa al otro con tal de no hacernos cargo. Ni siquiera es una falla de percepción, por dios. Es exactamente eso: hacerle honor a la palabra de adolecer; hacernos mala sangre, pretendernos darkies, cortarnos las venas (con una gillete de goma, por favor, no quiero carnicerías). Uf, esas personitas se me hacen incomprensibles. Por qué no aprovechan la simplicidad de vivir la vida. Decídanse. Y entiendan: la palabra MARCA. Pueden ser palizas o caricias, todo depende de nosotros. No echen por tierra la potencia de las mismas. Y diviértanse. Una de mis actividades favoritas es gritar. Pero no gritarle a alguien, simplemente gritar. Agarro en mi casa y digo: “ma, pa: no se asusten, voy a gritar”. Sigue un bellísimo agudito y ya, me siento mejor y hasta me río. No se lastimen entre sí. Eso despierta mi instinto psicópata. Mataría a una persona hoy por hoy que está asesinando lentamente a un amigo. Pero prometí que no voy a mandarme pendejadas de firmar el flog. ¡Lo prometo! Me porto bien (que conste en actas que me quedo con las ganas...)

Otra cosa que reflexioné, pero más que esta semana, que vengo pensando hace un tiempo tiene que ver con las desapariciones. A ver... si las cosas no están bien o si me doy cuenta que estoy apostando en una causa que la verdad no progresa ni me hace bien y decido desaparecer... ¿por qué la persecución? El metamensaje que yo estaba recibiendo es un “nena, molestás, esfúmate, qué pesada que sos”. Resulta que cuando me armo de coraje y por fin me decido a dejar de molestar, esfumarme, alivianar el peso y hago que me trague la tierra para que el/la otro/a en cuestión ya no pueda saber de mi existencia, el/la otro/a se decide a aparecer, y particularmente... me tildan de desaparecida, dónde estás, bla ble bli blo blu. Y me dan ganas de decir: pero cuchame, querido/a, ¡¿vos sos [inserte insulto leve aquí] o te hacés?! Cuando soy un ser pendiente, amoroso, tarjetita, llamadito, regalito, la gente ni se preocupa, porque “total, Mery está, Mery es comprensiva, Mery todo lo perdona”... y yo digo (me digo): “¡TOTAL, MERY ES LA MÁS OBVIA DE TODAS!” (y agrega un par de insultos más hacia su persona como “papafrita”, “salamina”, etc etc etc). ¿Por qué valoramos lo que teníamos cuando lo perdemos? ¿Alguien se ofrece a explicarme por favor?

Y otra conclusión a la que llegué es que tengo que dejar de ser agradable. Se me pegan los pesados, no hay vuelta que darle. Como futura psicóloga, es lógico que me incline a ser agradable y básicamente escuchar absolutamente a todos, con todos sus planteos. Pero no sé, siento que la gente hoy por hoy se siente tan sola que ve un peñasco del cual agarrarse y en vez de usarlo de apoyo... ¡se te cuelgan como si se fueran a ahogar! Hay gente con la que fui agradable y ¡por dios, me arrepiento! Aprendan a pararse sobre sus pies, por favor, que no es un mar... ¡están parados en un charco de agua!

¡Ah! Y básicamente, mi queja más grande es la siguiente: hombres, no pienso ser más el hombro en el cual llorar, ni paño de lágrimas. No más. Me niego. Y si se cagan en sus amigas, banquense lo que sigue. Me tienen harta las noviecitas histéricas. Extírpenle el ovario (hister en latín, ¡hola! Estaba intentando hacer un chiste...malo, ya sé... ¡ya sé, dije!) o busquen una muñeca inflable. ¡¡Me niego a ser descartable!!

No, un corazón no se endurece porque sí. Se endurece porque se harta...

o porque su dueño tiene lo que se necesita para asesinar al hijo de puta.

Amén a mi humor irónico-destructivo-alegre.
Amén a los que, cuando lean esto, se rían harto.
Esos saben apreciar el humor ácido.

domingo, 26 de junio de 2005

Domingo

Me encuentro sola en mi casa. Deambulo por las habitaciones, aburrida. Escucho un poco de música, aunque ningún estilo me satisface hoy. Así que enciendo todos los televisores de las habitaciones y dejo un canal en cada uno. Entonces puedo ir viendo tres programas al mismo tiempo. Aunque por un rato es entretenido cambiar de cuarto y de posición, rápidamente me rindo. Saco la guitarra del estuche para probar algunos acordes, pero la belleza tiene sus costos: las uñas alargadas y redondeadas o cortas y cuadradas. Ahora están largas; ensayar un Sol se me hace una tarea titánica. Basta de guitarra por hoy y por mucho: lo intento pero dejaré de lado el sueño de la composición y el canto en el cajón. Me aventuro a la cocina: comer a veces me quita el aburrimiento. Busco en la alacena cualquier cosa dulce. Un pedazo de bizcochuelo marmolado hace a mis delicias. Pero no es suficiente. Suelo disfrutar de la soledad de mi casa. Sin embargo, por algún motivo hoy estoy buscando compañía. Recuerdo que tengo cigarrillos guardados en un cajón de mi escritorio y pese a que he probado algunos más suaves, decido fumarme otro más. Lo único que no soporto es el olor que se adhiere a las habitaciones, a la ropa. Así que no me queda más que ponerme un suéter sobre el camisón para salir al patio. Llevo el cigarrillo entre mis dedos mientras bajo la escalera. Ya en la cocina nuevamente, busco los fósforos, el banco petiso y me siento en el patio, con mi perra de testigo y un sol que no quiere terminar de asomar. Lo enciendo. Una pitada. Es demasiado fuerte para una incipiente fumadora. Me provoca picazón en la nariz. Me sonrío levemente ante mi “gran hazaña”: he fumado más cigarrillos en el último mes que en todos mis 21 años. ¿A dónde quiero llegar...? El frío se me cuela por las piernas, la piel se me eriza y el humo del cigarrillo está llenando de olor la ropa recién lavada. Es preferible mantener un vicio que no es vicio en las sombras. Un vicio que me viene por herencia y que, también por herencia, oculto. Me paro y camino por el patio de dos por dos lleno de cerámicos blancos con manchas marrones. Los peores cerámicos: sucios, resbaladizos y viejos. Pienso que tengo que ensayar para mi papel, por lo que me pongo a jugar con el humo y la forma en la que sostengo mi cigarrillo. Intento hacer uno, dos, tres círculos, exhalo, y por un momento pareciera que lo consigo. Pero no nos engañemos, querida: no es posible que consigas hacer círculos con el humo con tu tercer cigarrillo. Quizás es cierto que hay gente que sabe fumar y otra que no. Yo prefiero ser de los que no saben y disfrutarlo a mi manera cuando tenga ganas. Imaginar que soy una mina mucho más sexy, de las películas de los años 20, entornar los ojos y hasta quizás, con mucha práctica, levantar una ceja acompañada de una sonrisa falsa, aunque seductora. Se termina el cigarrillo y aplasto el filtro junto con mi fantasía en la pileta de lavar la ropa. Abro la canilla para hacer correr un poco el agua, que las cenizas se vayan por el drenaje. Y ya no hay rastros, porque la yerba se acabó y en ese paquete vacío metí el filtro. Todo a la basura.

Pero ni el bizcochuelo ni el cigarrillo taparon esto que está naciendo en la boca de mi estómago. No se fue con el humo y ciertamente los jugos gástricos no lo disolvieron. Algo me oprime el pecho. Me concentro en ese dolor y no hay correlato en mi hombro izquierdo: no es entonces un paro cardíaco. El aburrimiento se profundiza cada vez más, se ensancha y me envuelve en una burbuja. Soy una fiera enjaulada con bozal en una cárcel tan frágil y transparente, con una salida tan fácil que me convenzo de que es imposible que sea tal, que debe haber alguna trampa, que no debo ilusionarme tan rápido. Algo está sucediendo, algo sube por mi esófago, por mi tráquea, algo está hinchando mis pulmones y jugando con mis cuerdas vocales. Algo me impulsa a inspirar más y más rápido; siento inmensas ganas de correr. Trato de relajarme, me siento en el banco petiso de nuevo, mas no puedo controlarme. Surgen unos intentos fallidos, unos pequeños chillidos de hamster asustado. Tan rápido como me hube sentado, me puse de pie otra vez. No comprendo lo que me sucede. Cada vez estoy más agitada, inquieta...

Camino rápido por el patio de dos por dos doy vueltas me siento más y más encerrada el espacio a mi alrededor se hace cada vez más pequeño me empiezo a hiperventilar pero no puedo dejar de caminar de dar vueltas los chillidos no cesan cada vez son más agudos me concentro más y más para que lo que subía descienda a lo profundo pero no lo hace y me empuja más y más los chillidos suben más de volumen intento descargar energía dando golpes al aire y no funciona así que aprieto mis puños con fuerza hasta lastimarme las palmas con las uñas sangran sangran sangran aprieto mis párpados con fuerza y bajo la cabeza me imagino toda arrugada hasta que no puedo contenerlo más es más fuerte que yo me sobrepasa me arrasa inunda abre mis palmas jala mi cabeza hacia atrás abre mis ojos...

AAAAHHHH!






...cercate ...brazame.
(dos voces: ¿a cuál escuchar...?)

miércoles, 22 de junio de 2005

De Mentira A Verdad

El 18 de Junio del 2004 escribí esto. Es curioso que ronde la misma época y algunos sentimientos no pierdan vigencia. Voy a ponerte nombre esta vez, porque quizás sea una forma de que por fin te vayas y me dejes en paz.
Tu recuerdo, Lucas, me tiene francamente podrida. Cuando parece que por fin va a dejarme en paz, me pincha de nuevo y tengo unas estúpidas e ilusas ansias de que aparezcas, de verte, de llamarte. Pasé por todas las etapas: me fuiste indiferente, me encapriché, te amé, lloré, ¡me hiciste falta, por dios! y te tomé, finalmente, bronca. Me inspiraste decenas de veces para escritos que siempre terminaron de manera trágica. A veces pienso que el único que se mereció terminar de manera trágica fuiste vos en vez de que fuese yo la lastimada en esta historia. Total, que vos ya tenías a otra antes de ignorarme por completo. Sí, ya sé, el portaretrato que te regalé con una foto nuestra seguramente sigue guardado en el placard "para que no se rompa". Como diría Nando: "ay, buiiiino". Sólo me resta menear la cabeza ante mi estupidez. ¿Cuán crédula puedo ser, eh?
La mayor parte del tiempo soy feliz, ¿sabés? Pero hay días o épocas en las que tengo unas ansias de destrucción enormes. Pero me las guardo, porque a la única persona a la que destruiría es a vos. Porque te portaste como un reverendo hijo de puta. Y yo... me parece que no valgo tan poco como para merecerme eso. Ya que de tu parte jamás salieron verdades o respuestas, hay cosas que sólo quedaron libradas a mi imaginación. Y la loca es seguramente mucho más fructífera que cualquier respuesta que hayas podido darme. Pero siempre, siempre, tiene base en lo real...


Cuestionás por qué te miento. Yo no te miento, vos me creés. Diferencias semánticas. Me preguntás por qué, con un esbozo de sonrisa y achicando los ojos, te susurro que te extraño si sabés que el extrañar es un sentimiento en el que no creo. Buscás fútilmente la razón de mis besos sin sentido, no sentidos. Te estremecen mis caricias al punto de hacerte desearme, impaciente. Te hago esperar, prácticamente rogar... es tan divertido y estimulante... Las manipulaciones subliminales son sutiles. Me fascinan. De todas maneras, en el fondo sabés que te estoy brindando lo que anhelás recibir. Por eso me querés, porque te incito a odiarme y amarme, porque no querés seguir conmigo pese a que sin embargo no podés estar sin mí.

- Sádica.
- Puede ser. Seamos realistas: sin masoquismo bajo mi mano no podría vivir.

Me encojo de hombros. Beatífica, sonrío. Increpante, encolerizado, me exigís que te diga las cosas que pienso tal cual las pienso, que no dé rodeos. No importa cuánto duela, querés que sea sincera. Que abra mi mente a vos. Me querés y todo lo soportás. ¿Estás tan seguro?...

- ¿Dejo mis convencionalismos de lado? ¿Dejo de lado ser complaciente, comprensiva, cariñosa? ¿Querés ver la persona que no conocés? No seas tonto, no pidas que deje de ser normal.
- ¿Creés que después de tanto tiempo no sé quién sos? Por favor, no me hagas reír, querés. Tomate la cosas en serio. Dejá de hacerte la misteriosa.

No quiero lastimarte; sólo me estoy divirtiendo con vos. No hay necesidad de convertir lo que nos sucede en tragedia. No hay necesidad de lastimarte con algunas simples verdades. Disfrutá de esta grandiosa mentira que somos.
Es cierto que la diversión no es la misma que al principio. Pobre iluso: creés que cada día evolucionamos. Si supieras cuánto me aburro con vos en este último tiempo. Cómo sólo sigo porque me gusta sentir el poder de manejarte a mi antojo. Pues conozco tu cuerpo palmo a palmo; podría dibujarte con los ojos cerrados. Pues besarte es hervir agua a fuego lento y romper el cuasi hervor en el grado noventa y nueve con un cuadrado de agua helada de diez por diez. Qué placer orgásmico me da el verte frustrado.

- ¿Te enumero? No me importás, no me interesa verte, no me interesa que conversemos, no me interesa si te sentís bien o mal. Francamente, me da lo mismo si estás o no en mi vida. Mi relación con vos es una relación conmigo misma. Y cada vez que me llamás para vernos, me pregunto por qué no te deseché la última vez. Paradójico, me das lástima y no quiero decirte que no. Total, decirte que te quiero es fácil, como decirte que te extraño, como fingir que me tenés en la palma de tu mano. Y dejo que pienses lo que se te antoje y que creas lo que te plazca. O lo que menos te lastime. Esa es tu decisión. Llegaste a aburrirme. Y bien, no podés negar que el papel de mujer normal lo desempeñé a la perfección... no me mires de esa forma... jamás fui tan franca. Sos un privilegiado.

¿Conforme?
¿Aún querés saber siempre toda la verdad?

(me emociona lo cínica que puedo ser a veces como para cortar un poco con el aura de inocencia que todo el mundo me atribuye...)

martes, 14 de junio de 2005

Remembranzas

A veces, las improvisaciones son también regresiones a un tiempo ¿más feliz?...

E.M.: Eclipse Místico
O: Oniromante

E.M.: sos un ser humano que reniega de su humanidad... loco!!
O.: ke no !!!
E.M.: que siiii... mida que shamo a mi mama y le rigo que te tas podtando mal conmigu, eh! nene malu!
O.: O_o nuuuuuuuuu .... >_< pero nu me digas humanoooooooo !!!
E.M.: mamaaaaaaaaaa!! el nene deniega shu condishiooonnnn!!!
O.: waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!! ahora encima es una condishiiioonnnnn!!!!! nuuuuuuuuuuuuuuuuu
E.M.: vash a hablad comu nene vosh tanien??
O.: y cladooo !!! comu ki kires ke hableee!!! @_@
E.M.: nu she, podque vosh sosh ashi comu loku loku y anda a shabed pada donde te pidas!!
O.: nonono sho ya pido pod el baño... chezzz... ves ke menis aca y me peleasss despues enzima le denis a tu mama ke yo reniego y vos pones condishioones.... u_u
E.M.: shhhh, cashateeeee, ahoda no te pdesto mis badbies y tampocu mish pin y pones!
O.: ashiiii?? ashiiii ??? mi llevo al señor potato ...
E.M.: nu impodta, podque sho tengu al misted apapachuuuu... pi ka chuuuu
O.: jajajajajaj.... nooooooo demasiada dulzura ... atake ... corazon .... x_X
E.M.: nene... tas muedto?
O.: no te padece amiguita ke es una pregunta dedundanteee? cladddooo !! nu vezzz ---> x_X
E.M.: tu vocabuladio mi cunfunde como a kun fu... sho shoy cheeketeeta
O.: aaa meno igual no yodes pod mi... podke siempre estade aki.... mientas tu mama haga esa todta de chokolate....
E.M.: vash a quedate a tomad la tocolatada?
O.: otrda rondaaaaa eeeeeee!!!!!!!!!!!
E.M.: embodachemonos con tocolatada y con sugus de uva!
O.: seee tomemoss ezzos tesodos ke nos ofdece la vida amiguita
E.M.: ñam!
O.: y el jadabe de tokolate?? te comiste todo el jadabeee!!!
E.M.: hic!
O.: desconzideradaaa angudientaaa... cladooo ella se toma todooo y yo aca soddrio
E.M.: hic!
O.: je, muenooo... con la panza llena de dulze me teno ke ir...
E.M.: mua... uy, pedon, te babee el cashete... es que turavia nu she dar beshus
O.: jajajjajajja


(¡gracias Jorge por prenderte a jugar!)
(¡sigo jugando a full con mi amadísimo PACLAND...!)

miércoles, 18 de mayo de 2005

De ángeles y demonios.

Yace en su cama, dormida. Aún así, espera. Sabe que en algún momento de la tormentosa noche, el timbre sonará. Se va a poner la bata y las pantuflas que reposan sobre la silla frente a su cama. Lentamente caminará cruzando la habitación para pararse, expectante, al lado del portero eléctrico. Quedará suspendida allí, dos... seis... nueve segundos, esperando que el timbre vuelva a sonar. Tomará el auricular con sus finos dedos y fingiendo una somnolencia que ha sido interrumpida:

- ¿Quién es...? -.
- Soy yo -.

Como en ocasiones anteriores, presionará los dos botones del aparato. El chirrido de la puerta delantera y su posterior portazo confirmarán que él está subiendo la escalera, envuelto en su bufanda gris y sobretodo azul marino, su cabello pegado a su frente, chorreando agua. Ella sabe de sus pasos desesperados trepando de a dos escalones. Sus manos aferradas a la baranda para no trastabillar. Su respiración entrecortada y agitada. Lo imagina subiendo los dos... cuatro... seis... ocho... diez primeros escalones, alzando la vista para corroborar que está en el 1 mientras ella ya está preparando un té con limón. Dar ese paso largo que divide en dos con una perfecta diagonal el descanso y dos... cuatro... seis... ocho... diez escalones más para levantar la vista, confirmar el 2, mientras ella busca una taza y azúcar y apaga la hornalla porque ya está lista el agua. Sabe que él ahora aprovecha el descanso un segundo para inspirar hondamente, toser alguna lágrima que debería haber mojado su regazo en vez de caer, rebelde, sobre el cerámico, porque finalmente dos... cuatro... seis... ocho... diez... y ella está en el umbral de la puerta, su hombro tocando el marco, reposando su cuerpo sobre una pierna. Los brazos caídos a su lado, la cabeza ladeada. Él se detendrá un suspiro, agitado, rendido...

Ella extiende dulcemente su mano, con la palma hacia arriba; sus dedos levemente flexionados, sus uñas redondeadas. Él llora: primero un llanto que intenta ocultarse detrás de la respiración entrecortada. Pero luego se cubre el rostro con las manos y se deja caer de rodillas al piso. Se arrodilla frente a él.

- Vení, vamos adentro que te preparé un té -, susurra mientras lo ayuda a incorporarse. Sin soltarlo, lo hace pasar, cerrando la puerta detrás suyo. Lo hace tomar asiento en el sofá. Él no pronuncia palabra y ella sabe que allí no hacen falta, que él ya dijo todo antes, que no existe un concepto que pueda apresar ese sentimiento porque de haberlo él ya lo hubiese mencionado para poder escribirlo en un trozo de papel y despojarse de él arrojándolo a una boca de tormenta. Que el agua diluyera la tinta de a poco y despedazase el papel lentamente hasta que nada fuese legible y el papel fuese inútil. Ya no quiere mostrarse débil, por lo que furioso consigo mismo, se quita el sobretodo y la bufanda y ella, sentada a sus pies, le ha quitado los zapatos y las medias empapadas. Da pequeños sorbos al té; ella los hacía siempre deliciosos pese a que no le gustasen. Su respiración se ha acompasado. Lo peor ha pasado porque ella está a su lado, sentada en el piso, apoyando su espalda en el sofá, recostando su cabeza en el sofá mirando el techo con ojos cerrados, su mano derecha sobre su pierna. Para él basta, ya podría irse a su cama tranquilo aunque afuera llueva, aunque sus demonios lo persigan en noches como esta, aunque cierre los ojos y las imágenes lo atormenten incesantemente. Para cuando él termina el té, ella ya ha abierto los ojos y él siempre se preguntará cómo hace para saber, sin temor a equivocarse, que él ya está listo para irse, aunque no quiere irse. Y ella lo sabe, así que se levanta y desaparece de la sala de estar para volver, ropa seca de él en mano. Se para a su lado; él no puede más que abrazarla porque sabe que su abrazo es infinito, profundo, porque en su abrazo no hay reclamos, ni reproches, ni acusaciones. No hay maldad ni condescendencia. Ella toma su cara entre sus manos y le besa la mejilla. Es simplemente ella.

- Te dejo así te cambiás, ¿está bien? Ya sabés cómo abrir el sofá, las sábanas están siempre puestas. Cualquier cosa, estoy en mi habitación, ¿sabés? Descansá -.

Vuelve a su habitación, soñolienta. Bosteza. Se despereza, acomoda un poco las sábanas y apaga la luz para recostarse otra vez, sabiendo que pese al ruido del sofá abriéndose, sólo faltan tres minutos para que él entre, sigilosamente, a su habitación a susurrar en su oído:

- ¿Estás dormida...? -.
- No, todavía no... ¿pasa algo? -.
- No puedo dormir... -.
- Ya sé -.
- ¿Te molesta...? -, vacila él. Aunque ya conoce la respuesta y sabe que nunca hace falta preguntarle, pero por las dudas lo sigue haciendo. Ella abre las cobijas y él, cual niño de tres años, se acurruca a su lado. La abraza. Ella apoya su cabeza sobre la de él. Él sabe que sus demonios ya no osan acercarse porque un ángel duerme a su lado; su luz los aleja. Siente sus dedos acariciarle el pelo mojado y la mejilla alternativamente. Pero llora una vez más, cada vez más hasta que separa su cabeza de la de ella y profiere un grito desgarrador, un potente rugido negro, lastimero y sangrante. Se convulsiona a su lado y por más que ella intenta contenerlo, no puede abrazarlo más: él se desborda, se escapa de sus brazos, vocifera sangre, llora enfermo. Entonces... recuerda, como en ocasiones anteriores, que no hay más demonios afuera que los que se proyectan de su interior. Que vocifera rojo y llora amarillo porque sus demonios son de fuego y lo marcan, lo queman. Se flagela, se marca, se quema. ¡Y ella no grita, no llora ni sangra! Ella es un ángel... y él un demonio. Se levanta para llevarse consigo ese abrazo y yacer en su cama, varias horas después, abrazado a una almohada teñida de naranja durante la noche...

... y ella piensa que los ángeles no son blancos, si no azules, nacidos de lo más puro del fuego, del centro mismo, del más puro oxígeno, de la más honda tristeza. Que ángeles y demonios son, en esencia, los mismos seres, que lloran, gritan y sangran rojo y amarillo y tiñen sus almohadas de naranja durante las noches. De costado permanece recostada en su cama, sabiendo que habrá muchas noches más como esta. Piensa.

- Él nunca se quedó durante toda una noche -.

domingo, 8 de mayo de 2005

Tierra con agua

Tierra con agua: barro.

Tomá un poco de él en tu sinuosa mano. Jugá con él cual dios. O aplastalo con ambas y dejalo que se escurra, de a poco, por entre los dedos, pequeños gusanos cuadrados buscando volver a su origen. Hundí tu mano en el barro una, dos, tres veces. Yo te miraré expectante. No te preocupes, que de acá no me muevo. Trataré de que escuches lo que pienso mientras jugás. ¡Estoy esperando que comprendas! Más no tengo prisa por un resultado final.

Me miraste intensamente para que no me moviera. Antes de que pudiese darme cuenta, cuando “peque, ¿hub...”, como si fuera un pastel de payaso, aplastaste el barro contra mi cara. Reíste. Pude escucharte adentro mío y entre mis manos, como dos bolitas chinas que emiten un aterciopelado sonido cuando las hacés rodar. Acariciaba tu risa en mis manos, ligera y mediana en La séptima. Embadurnaste los sentidos.

Embarrame este verbo de mi boca, ponele peso a las cuerdas vocales para que no vibren. ¡No quiero sonidos en mi garganta! Obstruime todos los poros, manchame las sensaciones, las sinapsis nerviosas de la cara. Tapame los oídos porque aún tengo tu risa entre mis dedos, no necesito escucharla. Congestioname la nariz de esta tierra con agua. Bloqueame la vista que ya sé ver. Anulame los sentidos, que total sé usarlos. Destruí los estímulos externos con tu picardía de seis años más ese barro entre tus crecientes manos mientras yo me aferro a tu risa y la invito a jugar, a que me contagie, me infecte... ¡que me enferme...!

- Bueno, linda, lo que tenés es una patología bastante... extraña, si se quiere... creo que nunca había visto cosa semejante en todos mis años de práctica profesional. ¿Cómo es que te sentís...?

- Que no siento. Se me ocurren cosas como desmayo... o susto... o capricho... o muerte, no sé.

- Pero en cualquiera de los hipotéticos casos que planteás no lo escucharía en el estetoscopio.

- ¿Cree en todo lo que percibe con los sentidos...?

...porque hay veces que te oigo, ¿sabés? A veces, hincho mis pulmones de aire y lo contengo... y arrimo despacito mi oreja a mi pecho para escucharte, tuctuc-tuctuc-sístolediástole, bombeando. Y ahí estás, haciendo el mismo ruidito de siempre, yendo y viniendo como siempre. Entonces, me convenzo de que acá no ha pasado nada, que no te fuiste ni te moriste, que probablemente estás escondiéndote o haciendo un capricho. Me empapo de dulces lágrimas ajenas y se me despliegan dolores sobre la mesa, me caen sobre las manos, miran desde el piso con pupilas dilatadas, hacen señales desde una hoja de papel. Se transforman en campanillas de mi teléfono, en timbrazos a las diez y siete de la noche de un domingo, se cuelan en el mate compartido y en la última galletita de la vergüenza que queda en el plato. Pero quedo en la nada, sumergida hasta el cuello en sensaciones que no me llegan, que no me duelen ni me prestan sus zapatos. Me quedo descalza; he perdido los míos. Entonces creo que no estás en mi pecho, claro que no, que quizás todo sea producto de una imagen poética y juro que te busco, que arrimo despacito mi oreja a los dedos de mis pies. Y porque no te encuentro, acerco mis manos y me tapo los oídos para saber si latís ahí, en mi palma, en mi muñeca, en mis uñas. Hasta que me curvo como contorsionista porque me parece que percibo algo cerca de mi ombligo... es el ruido del hambre por algo dulce. ¡Es que te moriste! Ahora me quedan tus prendas en los cajones y los armarios, ¿y yo qué hago? ¿A quién le regalo tu ropa de vestir? ¿Tu ropa informal? ¿Y tu ropa interior? ¿Qué hago con tu ropa interior en mis cajones...?

Porque ya no hay angustia, euforia, comicidad o tristeza que te apasione, no hay beso que te acelere ni abrazo que te estruje, no hay lágrima que te conmueva, ni proyecto que te motive. Y te pateo, te escupo, te tiro de los pelos, te araño y te quiebro, ¡por dios, te-quie-Bro! Meto ese Bombardeo en el quererte, te acribillo a preguntas porque necesito que reacciones, necesito esa infantil seguridad de llevarme la mano al pecho para tuctuc-tuctuc-sístolediástole, aunque no, doctor, no creo en todo lo que perciben los cinco sentidos, ¿sabe? Y por eso me dejo embadurnar de polvo con agua con la picardía de un niño que aún no conoce de laberintos mentales ni tropiezos personales a ver si te sirve de shock eléctrico porque no puedo darte respiración boca a boca. Me da miedo saberte muerto, me da miedo pensar que me quedan más años que vos sin vos. No quiero ser yo la solitaria figura que cargue con tu cajón entre mis brazos.

¿Cómo resucitar a este muerto...?



(el primero de mis escritos compartidos desde que abrí el blog. Este es un momento Kodak... ¡digan turrón...!)

Mar, mal y otras yerbas

E. M.: ¿es el mal el mar mal escrito?
B.: ¿o es el mar el mal escrito con lágrimas?... ¿o son las lágrimas el mal del mar?
E. M.: ¿el mar tiene mal lacrimógeno?
B.: mar o a-mar.. esa es la cuestión
E. M.: entonces es un gas, no es un líquido
B.: a-mar o a-mal
E. M.: amal es de los chinos
B.: el mal de los chinos es el mar?
E. M.: ¡quizás! es un país muy grande la China
B.: ¡quizás! es un mal muy grande el mar
E. M.: porque es salado
B.: ¿y alado?
E. M.: es una sala de Dos... no pueden entrar los Re
B.: es una sala alada dos... ¿y Fa?... Si Mi SoL
E. M.: Sol sí... faaaaa!
B.: fiu fiu!
E. M.: gracias por participar
B.: Gracias por participar-me
E. M.: meee meeee

(me en inglés... me de mery... me del balar de las ovejas)


Entonces... ¿Es el mal el mar mal escrito o es el mar el mal escrito con lágrimas...?

viernes, 6 de mayo de 2005

¡Trío!

El trío vacacionil cordobés... :usitas:

Bohemia - Eclipse - EL Gurú

E. M.: ¿qué hacemos tomorrow con el reci?
B.: Pogo?... Mosh?
E. M.: mash!
B.: mOsh!!
G.: OSHO!
B.: iSnorante
E. M.: posho!
B.: vruta... Zalamina!!... atreBida
E.M.: shopping
B.: Yopin'
G.: se cayan, vestias!... kiacemo maniana tons?... el donde, el cuándo... el coso
B.: EL COSO!!
E. M.: atrevido!
B.: atreBido!!... Sacre bleu!
G.: atrevido?... MOI?... LE GUGU??... depende qué hagas con el coso..
B.: Donde queda el coso?
G.: en cabildo y juramento... cavildo y huramento
B.: Curamento y Jabildo
E. M.: Sacramento y Camilo

(amenaza de posteo)

G.: hola blog... me firmás un autógrafo?
B.: Snifetes.. le kb a Cabildo?
E. M.: no se, sos un ser con flog nada mas...
B.: Kbildo... Kabiendo
G.: K-Vildo... el Vildo de K
B.: K-biendo!... Jurame que te Cabildó
G.: tu blog se la come, mi deviantart se la da
B.: Y mi blog y mi devianART!?
G.: [nenechiquito] lero leeero lero leeeero [/nenechiquito]
B.: Hacen incesto?... Incesto en el cesto?
G.: deja de robarme los chistes!
B.: : sacandoleslalengua : ÑE!
G.: pero postealo EEEHH!!!!!!!!
B.: eÑe!
G.: atrevete..
B.: Posteame TODA!!... atrévete!!... aún no te siento.. (ah, no.. eso era "entregate")... ENTREGATE... Aun no te siento
G.: te posteás o te posteo... (versión de movete o te muevo)
B.: me poseye!!... ME POSEYE
G.: Popeye?
E. M.: popeye!!
B.: Queremo' fama viteh
G.: bleh
B.: Blog no Bleh
G.: Blegh
B.: - Che boluda, me hice un Blegh
- Ay Gorda.. y eso que es? Sory pero suena a que no da vissssste..
- No boluda, obvio que si.. Es como que.. no se.. onda.. viste.. tipo.. Un blog pero de pensamientos de chicas de Martinez..
- Ay Gorda, no entiendo nada.. osea, a ver.. pera.. onda.. mmm no.. no entiendo..
- Vamos al shoping a comprar ropa compulsivamente? Mi viejo me sacó la tarjeta dorada, asi que solamente tengo unos 200 dólares.. No me alcanza para nada.. osea, pero no importa.. me compro una bombacha aunque sea tipo linda..
- Uy que bajón! No te lo puó creer! Dale vamos que nos compramos zapatos de 150 dólares y tipo que nos olvidamos de nuestros problemas..

(shhh, de Martínez pero con pensamiento crítico, ¡discriminadora! ¡Jajaja!)
Claro, quieren fama a costa mía... ¡¡se cuelgan de mis tetas!!, dijo Moria...
Ni que tuviera yo fama... snif... pobre ilusa... ¡¿Siempre Una Ilusa?!

jueves, 5 de mayo de 2005

¡Déme dos!

Dos al precio de uno...

A.: soy un mediocre
A.: soy un medio crep
E. M.: papel crepe!
A.: soy miedo, nu.. que?
E. M.: papel barrilete!!
A.: sory, medio que... nu
A.: jajaja
E. M.: papel manteca?!
A.: papel picado!
E. M.: confetti!!
A.: papelina!
E. M.: confites!!
A.: con flautas!
E. M.: baguettes!
A.: damn
E. M.: tocame la... noooooo

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E. M.:
sapo
paso
sopa
posa
asop (aso mal escrito, obvio)
A.: jajja wenisimo el remate
E. M.:
queso
soque(te)
quose (cose en latin)
sequo(ya)
suqeo (saqueo en birmano)
(tenía que hacerlo, claro. Je te veux!)
¡Ana...! ¿¿ Gram?? ¡¿AAA?!

Primera vez...

Ver un nick como este en mi MSN...

PaBLiTTuS // Feliz Cumple Gigaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

me hace decir cosas como esta...

E. M.: ¡Te olvidaste del cumpleaños de mega! ¿¿cómo pudiste?? Pobre, pobre mega... snif
P: ¡jajaja! Pero es mañana el cumple de mega...
E. M.: ¡Pero no! ¿Te das cuenta? ¡Tenés el día equivocado! ¡¡El cumple de mega fue la semana pasada, si yo fui a la fiesta...!! un descontrol...
P: ¡Jajaja! ¿Muchos bytes andando por ahí?
E. M.: el problema no era la cantidad, claro... si no la CALIDAD... había demasiados bytes corrompidos, sí sí
P.: jajajaj claro
E. M.: faltó la mano del scan disk... si venía, se los llevaba a todos
P.: es un gran problema eso... uuh claro
E. M.: por suerte, no vino, claro
P.: menos mal... ¿y vos? ¿q hiciste al respecto?
E. M.: vos ya me conocés... me volví un archivo oculto y me fui silbando bajito...
P.: jaja siempre bajo perfil vos eh... nada de atributos... sólo lectura lo tuyo
E. M.: sabés que nunca me gustó el centro de atención... estás más vulnerable a los virus, chi que chi
P.: claaaaaaa... yo prefiero ser archivo de sistema: soy intocable, jeje...
E.M.: chan! ¿vos sos como los MIB?
P.: algo así pero de la computación... pero SH... sino te tengo q flashear la memoria ram
E.M.: bueno... soy un archivo oculto, no me ves, no me ves, lero lero...


(¡Gracias Pablo por prenderte!)
Yo jamás dije que esto fuera a ser algo coherente... enter at your own risk...
aaaaammmmennnnn...