Yo no quiero que me beses los pies.
Quiero que me beses en los labios y que los
desgarres con pasión si fuese necesario. Que las lenguas peleen y que además se
busquen en una danza que va y viene de tu boca a la mía. Que me muerdas el
hueco de la clavícula si podés y que me atraigas hacia vos porque no, te es
imposible tener mis células lejos de las tuyas por más de lo que dura un
suspiro si estamos en la misma habitación. Y si vas a lamerme, que sea como a
un helado o un pote de dulce de leche pequeño, con la lengua ancha y golosa
buscando incluso ahí donde no llegás. Y me dibujes círculos por dentro y por
fuera. Que te desesperes por desgarrarme la remera y así y todo te tomés dos minutos
en descubrir el campo de trigo que se va erizando a medida que sube la tela.
Que se te llene la garganta de palabras y quieras gritarlas todas juntas. Que
no entiendas por qué, que sepas el cómo y que tengas la seguridad del cuándo. Que
dejes los zapatos al lado de la puerta y que cuelgues para que respire en mi
perchero tu cerebro para que charle con el mío. Que quieras todo el cuerpo que
te espera y por eso, no sepas por dónde empezar. Que quieras abarcarme toda y no
puedas. Y quieras aún así intentarlo.
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