domingo, 8 de mayo de 2005

Tierra con agua

Tierra con agua: barro.

Tomá un poco de él en tu sinuosa mano. Jugá con él cual dios. O aplastalo con ambas y dejalo que se escurra, de a poco, por entre los dedos, pequeños gusanos cuadrados buscando volver a su origen. Hundí tu mano en el barro una, dos, tres veces. Yo te miraré expectante. No te preocupes, que de acá no me muevo. Trataré de que escuches lo que pienso mientras jugás. ¡Estoy esperando que comprendas! Más no tengo prisa por un resultado final.

Me miraste intensamente para que no me moviera. Antes de que pudiese darme cuenta, cuando “peque, ¿hub...”, como si fuera un pastel de payaso, aplastaste el barro contra mi cara. Reíste. Pude escucharte adentro mío y entre mis manos, como dos bolitas chinas que emiten un aterciopelado sonido cuando las hacés rodar. Acariciaba tu risa en mis manos, ligera y mediana en La séptima. Embadurnaste los sentidos.

Embarrame este verbo de mi boca, ponele peso a las cuerdas vocales para que no vibren. ¡No quiero sonidos en mi garganta! Obstruime todos los poros, manchame las sensaciones, las sinapsis nerviosas de la cara. Tapame los oídos porque aún tengo tu risa entre mis dedos, no necesito escucharla. Congestioname la nariz de esta tierra con agua. Bloqueame la vista que ya sé ver. Anulame los sentidos, que total sé usarlos. Destruí los estímulos externos con tu picardía de seis años más ese barro entre tus crecientes manos mientras yo me aferro a tu risa y la invito a jugar, a que me contagie, me infecte... ¡que me enferme...!

- Bueno, linda, lo que tenés es una patología bastante... extraña, si se quiere... creo que nunca había visto cosa semejante en todos mis años de práctica profesional. ¿Cómo es que te sentís...?

- Que no siento. Se me ocurren cosas como desmayo... o susto... o capricho... o muerte, no sé.

- Pero en cualquiera de los hipotéticos casos que planteás no lo escucharía en el estetoscopio.

- ¿Cree en todo lo que percibe con los sentidos...?

...porque hay veces que te oigo, ¿sabés? A veces, hincho mis pulmones de aire y lo contengo... y arrimo despacito mi oreja a mi pecho para escucharte, tuctuc-tuctuc-sístolediástole, bombeando. Y ahí estás, haciendo el mismo ruidito de siempre, yendo y viniendo como siempre. Entonces, me convenzo de que acá no ha pasado nada, que no te fuiste ni te moriste, que probablemente estás escondiéndote o haciendo un capricho. Me empapo de dulces lágrimas ajenas y se me despliegan dolores sobre la mesa, me caen sobre las manos, miran desde el piso con pupilas dilatadas, hacen señales desde una hoja de papel. Se transforman en campanillas de mi teléfono, en timbrazos a las diez y siete de la noche de un domingo, se cuelan en el mate compartido y en la última galletita de la vergüenza que queda en el plato. Pero quedo en la nada, sumergida hasta el cuello en sensaciones que no me llegan, que no me duelen ni me prestan sus zapatos. Me quedo descalza; he perdido los míos. Entonces creo que no estás en mi pecho, claro que no, que quizás todo sea producto de una imagen poética y juro que te busco, que arrimo despacito mi oreja a los dedos de mis pies. Y porque no te encuentro, acerco mis manos y me tapo los oídos para saber si latís ahí, en mi palma, en mi muñeca, en mis uñas. Hasta que me curvo como contorsionista porque me parece que percibo algo cerca de mi ombligo... es el ruido del hambre por algo dulce. ¡Es que te moriste! Ahora me quedan tus prendas en los cajones y los armarios, ¿y yo qué hago? ¿A quién le regalo tu ropa de vestir? ¿Tu ropa informal? ¿Y tu ropa interior? ¿Qué hago con tu ropa interior en mis cajones...?

Porque ya no hay angustia, euforia, comicidad o tristeza que te apasione, no hay beso que te acelere ni abrazo que te estruje, no hay lágrima que te conmueva, ni proyecto que te motive. Y te pateo, te escupo, te tiro de los pelos, te araño y te quiebro, ¡por dios, te-quie-Bro! Meto ese Bombardeo en el quererte, te acribillo a preguntas porque necesito que reacciones, necesito esa infantil seguridad de llevarme la mano al pecho para tuctuc-tuctuc-sístolediástole, aunque no, doctor, no creo en todo lo que perciben los cinco sentidos, ¿sabe? Y por eso me dejo embadurnar de polvo con agua con la picardía de un niño que aún no conoce de laberintos mentales ni tropiezos personales a ver si te sirve de shock eléctrico porque no puedo darte respiración boca a boca. Me da miedo saberte muerto, me da miedo pensar que me quedan más años que vos sin vos. No quiero ser yo la solitaria figura que cargue con tu cajón entre mis brazos.

¿Cómo resucitar a este muerto...?



(el primero de mis escritos compartidos desde que abrí el blog. Este es un momento Kodak... ¡digan turrón...!)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay meryyy.. me encanto el escrito.. es. no se, tuve el gusto de ver un preview y me había gustado, pero no imaginaba que se iba a transformar en algo tan hermoso.
Me encantó, de verdad.
:cristal:

Muack!

Anónimo dijo...

OMFG!! A LA RE PELOTA!
We.. nada. ¿Qué decir cuando ya está TODO dicho por vos y tan poética y bellamente expresado?

Te comiste un idem y un usitas gigante!
Me volaste la cabeza literal y metafóricamente.
*tick BOOOOOOM!

=)
Una humilde fan!

Anónimo dijo...

)/
n_n Turron!

)/
u_U estee ... bellisimo escrito conspiradora turkesa ... fluye ...

Anónimo dijo...

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